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1 de mayo. Una Celebración vista por los Papas

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Un primero de mayo diferente, encerrados en casa para evitar que se propague la pandemia del Covid19. Este día, la Iglesia celebra a San José Obrero. El 1 de mayo en muchos países se celebra el Día Internacional de los Trabajadores. La voz de los Papas sobre la dignidad del trabajo

Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano

Este día, la Iglesia celebra a San José Obrero. El miércoles pasado, el Papa Francisco en la audiencia general, al saludar a los fieles en lengua francesa, recordó esta festividad, y pidió especialmente por las personas afectadas por la desocupación a causa de la pandemia del coronavirus. “Por su intercesión – invocó el Pontífice – encomiendo a la misericordia de Dios a las personas afectadas por el desempleo a causa de la actual pandemia. ¡Que el Señor sea la Providencia de todos los necesitados y nos anime a ayudarlos!”.

La pandemia ha empeorado una crisis económica existente

En la misa del 23 de abril, que el Papa Francisco presidió en Casa Santa Marta, dirigió su pensamiento a las familias en dificultades en esta época de pandemia:

“En muchas partes se siente uno de los efectos de esta pandemia: muchas familias necesitadas, hambrientas y lamentablemente el grupo de usureros que les «está ayudando». Esta es otra pandemia. La pandemia social: familias de personas que tienen un trabajo diario o, por desgracia, un trabajo no declarado que no pueden trabajar y no tienen comida… con hijos. Y luego los usureros les llevan lo poco que tienen. Oremos. Recemos por estas familias, por los muchos hijos de estas familias, por la dignidad de estas familias, y recemos también por los usureros: que el Señor toque sus corazones y los convierta”.

Es tiempo de eliminar desigualdades

Una particularidad de este primero de mayo de 2020 es que millones de personas han perdido su trabajo en todo el mundo. Esta realidad es más dura con las personas que viven y subsisten con el llamado trabajo informal, el trabajo diario porque están sufriendo hambre. Una situación que toca en todas partes, pero se experimenta con más dramatismo en África, Asia y América Latina.

Así nos lo recordó Francisco en su misa en Santa Marta el 28 de marzo: “En estos días, en algunas partes del mundo, se han evidenciado – algunas consecuencias – de la pandemia; una de ellas es el hambre. Se comienza a ver gente que tiene hambre, porque no pueden trabajar, porque no tienen un trabajo fijo y por muchas circunstancias. Un anuncio de ese “después” de la pandemia», dijo el Papa, que ya comienza a verse. «Es el momento, ha dicho continuamente, que los gobiernos tomen decisiones pensando en los últimos».

El día en que en el mundo se celebraba la Divina Misericordia, el segundo domingo de Pascua, el Pontífice desde la Iglesia de Santo Espíritu en Sassia, recordó que la “misericordia no abandona a quien se queda atrás”. Sin embargo, en el mundo, afirmó, se está insinuando este peligro, de pensar en una “lenta y ardua recuperación de la pandemia”, pero olvidando al que se quedó atrás. Con el riesgo que nos azote otro virus, que es el del egoísmo indiferente, el que hace que pensemos que la vida mejorará si nos va bien a cada uno de nosotros, descartando a “los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás. Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos”.

Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad, señaló en la celebración de la Divina Misericordia el Papa, y pidió que aprendamos de esa primera comunidad cristiana descrita en el libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 2, 42-47, donde los “creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno», esto dijo el Papa es cristianismo no ideología. En esa comunidad, después de la resurrección de Jesús, sólo uno se había quedado atrás y los otros lo esperaron. Algo que, en cambio, no sucede en la actualidad, más bien al contrario, dijo Francisco, “una pequeña parte de la humanidad avanzó, mientras la mayoría se quedó atrás.  Donde cada uno de nosotros podríamos decir que no es nuestro problema ocuparnos de los necesitados, es un problema complejo que le toca a otros. “Aprovechemos esta prueba como una oportunidad para preparar el mañana de todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro”.

Papa Francisco a los trabajadores

En la Misa en la Casa Santa Marta, el Santo Padre pidió por todos los trabajadores para que sean justamente remunerados, para que puedan tener un trabajo digno y gozar de la belleza del descanso. En su homilía, el Pontífice recordó que el hombre con su trabajo continúa la obra creadora de Dios, y subrayó que también hoy, la dignidad de muchas personas es pisoteada e invitó a luchar por la justicia en el mundo del trabajo.

Francisco, cuando se encontró con la Confederación Italiana del Sindicato de los Trabajadores (CISL), el 28 de junio del 2017, recordó que “el trabajo es la forma más común de cooperación que la humanidad haya producido en su historia”. Recuperando el valor de la organización de trabajadores, les dijo que el sindicato es “una expresión del perfil profético de una sociedad. El sindicato nace y renace cada vez que, como los profetas bíblicos, da voz a los que no la tienen, denuncia al pobre “vendido por un par de sandalias” (Amós 2, 6), descubre a los poderosos que pisotean los derechos de los trabajadores más vulnerables, defiende la causa del extranjero, de los últimos, de los “descartados”. Pero en nuestras sociedades capitalistas avanzadas, afirmó, el sindicato corre el peligro de perder esta naturaleza profética y de volverse demasiado parecido a las instituciones y a los poderes que, en cambio, debería criticar. El sindicato, con el pasar del tiempo, ha acabado por parecerse demasiado a la política o, mejor dicho, a los partidos políticos, a su lenguaje, a su estilo», dijo. Les recordó que deben velar por los derechos de los trabajadores, siendo «centinelas, que protegen a los que están dentro de “las murallas de la ciudad del trabajo”, proteger los derechos de las personas que trabajan o que ya están retiradas». Pero también proteger los derechos de quien todavía no los tiene, los excluidos del trabajo que también están excluidos de los derechos y de la democracia.

San Juan XXIII y su encíclica Pacem in Terris

Sobre el trabajo digno, Juan XXIII en su encíclica, Pacem in Terris, pide que se le dé al hombre la «posibilidad de trabajar y  que se le dé la libre iniciativa en el desempeño del trabajo». Juan XXII los considera derechos económicos, que como se lee en la encíclica, van unidos a condiciones de trabajo que no «debiliten las energías del cuerpo, ni comprometan la integridad moral, ni dañen el normal desarrollo de la juventud. Por lo que se refiere a la mujer, se lee, hay que darle la posibilidad de trabajar en condiciones adecuadas a las exigencias y los deberes de esposa y de madre». En esa encíclica el Papa habla también del salario digno, conforme «a las normas de la justicia, y que, por lo mismo, según las posibilidades de la empresa, le permita, tanto a él como a su familia, mantener un género de vida adecuado a la dignidad del hombre».

San Pablo VI y la clase obrera

Pablo VI, dedicó parte de su ministerio al encuentro de la Iglesia con los hombres y mujeres en las distintas realidades laborales.

Juan XXIII abrió los trabajos del Concilio Vaticano II. Pablo VI, recordando a su predecesor, dijo a los trabajadores, en la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965, que Juan XXIII mostró claramente en su persona todo el amor de la Iglesia por los trabajadores, así como por la verdad, la justicia, la libertad, la caridad, sobre las que se funda la paz en el mundo. De este amor de la Iglesia, hacia los trabajadores, Pablo VI les confirmó que la Iglesia es su amiga: «la Iglesia es amiga vuestra. Tened confianza en ella. Tristes equívocos en el pasado mantuvieron durante largo tiempo la desconfianza y la incomprensión entre nosotros; Iglesia y la clase obrera han sufrido una y otra con ella. Hoy ha sonado la hora de la reconciliación, y la Iglesia del Concilio os invita a celebrarla sin reservas mentales».

En 1969, en su viaje apostólico a Ginebra, ante la Organización Internacional del Trabajo, OIT, en su 50 aniversario de fundación, el 10 de junio, el Papa Pablo VI, recordó el difícil camino que hasta entonces se había recorrido en el mundo laboral, marcado por diferentes plagas, entre ellos la esclavitud. Hablando sobre los objetivos de la OIT, el Papa recordó que, en el trabajo, el hombre es lo primero. Ya sea artista o artesano, empresario, obrero o campesino, manual o intelectual, es el hombre quien trabaja, y es para el hombre para quien él trabaja. Se ha acabado, pues, la primacía del trabajo sobre el trabajador y la prioridad de las exigencias técnicas y económicas sobre las necesidades humanas: Nunca jamás el trabajo por encima del trabajador; nunca jamás el trabajo contra el trabajador, sino siempre el trabajo para el trabajador, el trabajo al servicio del hombre, de todos los hombres y de todo el hombre».

San Juan Pablo II en el Jubileo de los trabajadores

Sobre la dignidad laboral, sobre la justicia social, San Juan Pablo II en el jubileo de los trabajadores, en el 2000, era el 1 de mayo, recuerda que  “la fiesta del trabajo trae a la memoria la laboriosidad de los hombres que, cumpliendo el mandato del Señor de la vida, quieren ser constructores de un futuro de esperanza, justicia y solidaridad para la humanidad entera ….  sin embargo, dijo, perduran, y a veces se agravan en algunas partes de la tierra, fenómenos como el desempleo, la explotación de menores y la insuficiencia de los salarios. Es necesario reconocer que la organización del trabajo no siempre respeta la dignidad de la persona humana, y que no se tiene debidamente en cuenta el destino universal de los recursos. El Papa invitó a todas las partes implicadas, trabajadores y empleadores, a «¡colaborar para que el sistema económico, en el que vivimos, no altere el orden fundamental de la prioridad del trabajo sobre el capital, del bien común sobre el privado! Es muy necesario constituir en el mundo una coalición en favor del «trabajo digno». Es preciso, dijo, globalizar la solidaridad».

Juan Pablo II pedía que el trabajo se organice y desarrolle en el «pleno respeto de la dignidad humana y al servicio del bien común». La actividad laboral debe contribuir al verdadero bien de la humanidad, permitiendo «al hombre individual y socialmente cultivar y realizar plenamente su vocación» (Gaudium et spes, 35). Para que esto suceda, dijo el Papa en el jubileo de los trabajadores, no basta la preparación técnica y profesional, ni siquiera es suficiente la creación de un orden social justo y atento al bien de todos. Es preciso vivir una espiritualidad que ayude a los creyentes a santificarse a través de su trabajo, imitando a san José, que cada día debió proveer con sus manos a las necesidades de la Sagrada Familia, y por eso la Iglesia lo propone como patrono de los trabajadores. Su testimonio muestra que el hombre es sujeto y protagonista del trabajo.

Benedicto XVI la importancia del trabajo y la solidaridad

Benedicto XVI en la Misa para los trabajadores en la Fiesta de San José, el 19 de marzo del 2006, recordó que el trabajo reviste una importancia primaria para la realización del hombre y el desarrollo de la sociedad, y por eso es preciso que se organice y desarrolle siempre en el pleno respeto de la dignidad humana y al servicio del bien común. La actividad laboral debe contribuir al verdadero bien de la humanidad, permitiendo «al hombre individual y socialmente cultivar y realizar plenamente su vocación» (Gaudium et spes35). Para que esto suceda no basta la preparación técnica y profesional, ni siquiera es suficiente la creación de un orden social justo y atento al bien de todos. Es preciso vivir una espiritualidad que ayude a los creyentes a santificarse a través de su trabajo, imitando a san José, que cada día debió proveer con sus manos a las necesidades de la Sagrada Familia, y por eso la Iglesia lo propone como patrono de los trabajadores. Su testimonio muestra que el hombre es sujeto y protagonista del trabajo.

Y también cuando Benedicto XVI se dirigió a los socios de la Unión Cristiana de Empresarios Dirigentes, el 4 de marzo del 2006, les recordó, retomando una reflexión de su encíclica Deus Caritas Est, les habló sobre la relación entre justicia y caridad, el cristiano, les dijo, está llamado a buscar siempre la justicia, pero lleva en sí el impulso del amor, que va más allá de la misma justicia. El camino realizado por los laicos cristianos, desde mediados del siglo XIX hasta hoy, los ha llevado a tomar conciencia de que las obras de caridad no deben sustituir el compromiso en favor de la justicia social.

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