Hace 67 años, un día como hoy, fiesta de San Mateo Apóstol, el Papa Francisco descubrió su llamado a la vida sacerdotal.
Los detalles de este episodio los contó él mismo en la Vigilia de Pentecostés del año 2013, ante representantes de diversos movimientos y asociaciones eclesiales, quienes establecieron un diálogo directo con el Papa. Entre ellos, una joven le preguntó «¿Cómo alcanzó en su vida la certeza de la fe?»
Francisco explicó que un día «muy importante» en su vida fue el 21 de septiembre de 1953, era el día del estudiante en Argentina, que coincide con el día de la primavera, que se celebra con una gran fiesta.
«Antes de ir a la fiesta pasé por la parroquia a la que asistía, y encontré a un sacerdote al que no conocía y sentí la necesidad de confesarme, y esta fue para mí una experiencia de encuentro, he encontrado alguien que me esperaba».
«No sé qué pasó, no me acuerdo, no sé por qué ese sacerdote estaba allí o por qué he sentido esta necesidad de confesarme, pero la verdad es que alguien me esperaba, me estaba esperando desde hacía tiempo y después de la confesión sentí que algo había cambiado”.
“Yo no era él mismo, había sentido una voz, una llamada. Me convencí que debía convertirme en sacerdote, y esta experiencia en la fe es importante», contó el Santo Padre.
Más adelante, en recuerdo a este acontecimiento, el P. Bergoglio al ser elegido obispo, escogió como lema una expresión de San Beda que hace referencia a la llamada de San Mateo, cuya fiesta es justamente el 21 de septiembre: “miserando atque eligendo”. Que algunos traducen como “Lo miró con misericordia y lo eligió”.
En la actualidad, el Papa Francisco conserva esta frase en su escudo pontificio. Asimismo, siempre recomienda a los fieles leer el Evangelio de Mateo y de manera especial el capítulo 25 sobre las obras de la misericordia.
En la Misa celebrada en Holguín (Cuba) en la fiesta de San Mateo en el año 2015, el Papa Francisco destacó que cuando el Señor pasó junto al evangelista “se detuvo, no pasó de largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró con paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una esperanza, una nueva vida”.
“Aunque no nos atrevemos a levantar los ojos al Señor, Él siempre nos mira primero. Es nuestra historia personal; al igual que muchos otros, cada uno de nosotros puede decir: yo también soy un pecador en el que Jesús puso su mirada”.
En este sentido animó a dejarnos mirar por Jesús. “Dejémonos mirar por el Señor en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros hermanos, especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos. Y aprendamos a mirar como Él nos mira”.
En la Misa que celebró el viernes 21 de septiembre de 2018 en la capilla de la Casa Santa Marta, el Santo Padre meditó sobre el evangelio de la vocación de San Mateo.
“En la vida de la Iglesia, hay muchos cristianos que han sido elegidos desde lo más bajo. Nosotros, cristianos, debemos tener esa conciencia de dónde hemos sido elegidos, de dónde nos han elegido para ser cristiano”.
“Esa conciencia debe ser permanente durante toda la vida, debe permanecer la memoria de nuestros pecados, la memoria de que el Señor tuvo misericordia de mis pecados y que me ha elegido para ser cristiano, para ser apóstol”.
Como ejemplo, el Pontífice se refirió a Mateo, que jamás olvidó sus orígenes como publicano. Por ello, es importante que cualquier apóstol sea muy consciente de que ha sido la misericordia de Jesús la que lo ha salvado.