Ciudad del Vaticano
“Renuevo mi gratitud por el servicio que desarrollan”, para «la tutela de las ‘finanzas limpias’, en el ámbito las cuales se impide a los ‘mercaderes’ especular en ese templo sagrado que es la humanidad”. Un trabajo que “me importa de manera particular”: así se dirigió esta mañana el Papa Francisco a los expertos del grupo Moneyval, el Consejo de Europa para la evaluación de las medidas contra el lavado de dinero y la financiación del terrorismo, llegado al Vaticano el pasado 30 de septiembre. Se trata de una visita acordada en el 2019 y que tiene lugar como parte de la evaluación periódica a las que están sujetas todas las jurisdicciones miembros de Moneyval según un calendario preestablecido.
En su discurso, el Papa recordó que el Vaticano “también ha adoptado recientemente algunas medidas sobre la transparencia en la gestión del dinero y para combatir el lavado de dinero y la financiación del terrorismo. El 1º de junio pasado se promulgó un Motu Proprio para una gestión más eficaz de los recursos y para promover la transparencia, el control y la competencia en los procedimientos de adjudicación de contratos públicos. El 19 de agosto, una orden del Presidente del Gobierno sometió a las organizaciones de voluntarios y a las personas jurídicas del Estado de la Ciudad del Vaticano a la obligación de informar sobre actividades sospechosas a la Autoridad de Información Financiera”.
Además, hizo presente que el trabajo desarrollado por los expertos del grupo Moneyval “está estrechamente vinculado con la protección de la vida, la coexistencia pacífica de la humanidad en la tierra y con una finanza que no oprima a los más débiles y necesitados. Creo que es necesario – evidenció – repensar nuestra relación con el dinero” porque “en ciertos casos parece que hemos aceptado el predominio del dinero sobre el hombre”.
A veces, para acumular riqueza, no se presta atención a su origen, a las actividades más o menos lícitas que la han originado y a la lógica de explotación que puede subyacer a ella. Así, sucede que en algunas áreas se toque el dinero y se manche de sangre las manos, la sangre de los hermanos. O, también, puede suceder que los recursos financieros se destinen a sembrar el terror, para afirmar la hegemonía del más fuerte, del más prepotente, de quienes sin escrúpulos sacrifican la vida del hermano para afirmar su poder.
Siguiendo las huellas de San Pablo VI, Francisco reitera la propuesta de crear un Fondo Mundial para ayudar los pobres y hambrientos, con el dinero que se usa “en armas y otros gastos militares”. Además recuerda que “el Magisterio social de la Iglesia ha subrayado la falsedad del ‘dogma’ neoliberal según el cual el orden económico y el orden moral son tan dispares y ajenos entre sí que el primero no depende en absoluto del segundo”. A este respecto, observa que “la adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano». De hecho, “la especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos».
Jesús expulsó a los mercaderes del templo y enseñó que «no se puede servir a Dios y a las riquezas» (Mt 6, 24). Cuando, de hecho, la economía pierde su cara humana, no nos servimos del dinero, sino que se sirve al dinero. Se trata de una forma de idolatría contra la que estamos llamados a reaccionar, proponiendo de nuevo el orden racional de las cosas que conduce al bien común, según el cual «¡El dinero debe servir y no gobernar!