Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco, al recibir a los Oficiales del Tribunal de Rota Romana, en ocasión de la inauguración del Año Judicial, abordó el tema que “toca buena parte de las decisiones de la Rota de los últimos tiempos”, por un lado, dijo, “la falta de fe” en muchas uniones conyugales, y por otro, “los aspectos fundamentales de esta unión que, además de la unión entre hombre y mujer, incluyen el nacimiento y el don de los hijos y su crecimiento”.
Velar por el bienestar de la familia
Francisco recordó a los miembros de la Rota Romana, que es importante sobre todo el bienestar de la familia, “fruto bendito de la alianza conyugal”, y no puede extinguirse, señaló, “por la declaración de nulidad, porque el ser familia no puede considerarse un bien suspendido, en cuanto que es fruto del plan divino, al menos para la prole generada. Los esposos con los hijos donados por Dios son esa nueva realidad que llamamos familia”.
El Santo Padre, recordó que cuando un matrimonio es anulado, la “la parte que no está dispuesta a aceptar esta medida se encuentra con los hijos en una misma identidad. Por ello, es necesario considerar qué pasará con los hijos y la “parte que no acepte la declaración de nulidad”, es necesario, explicó el Papa, que las declaraciones vayan seguidas de “adecuadas proposiciones de hecho, recordando siempre que «la familia es la base de la sociedad y sigue siendo la estructura más adecuada para asegurar a las personas el bien integral necesario para su desarrollo permanente» (Discurso a la Federación Europea de Asociaciones Familiares Católicas, 1 de junio de 2017). En consecuencia, estamos llamados a identificar el camino que conduce a opciones congruentes con los principios afirmados”.
Considerar a los hijos en cada decisión
El Pontífice aclaró que todos somos conscientes de lo arduo que es el paso de los principios a los hechos. Y que al hablar del “bien integral de las personas, es necesario preguntarse cómo puede producirse en las múltiples situaciones en las que se encuentran los hijos”.
El Papa dijo que después de la declaración de nulidad, la “nueva unión sacramental, será ciertamente una fuente de paz para el cónyuge que la pidió”. Pero es difícil explicar a los hijos, la situación de sus padres, por ejemplo, señaló, “su madre, abandonada por el padre y a menudo no dispuesta a establecer otro vínculo matrimonial, recibe la Eucaristía dominical con ellos, mientras que el padre, conviviente o a la espera de la declaración de nulidad del matrimonio, ¿no puede participar en la misa eucarística?”
El Año de la Familia Amoris laetitia
El tema de la familia, fue abordado en la Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos de 2014 y en la Asamblea General Ordinaria de 2015, el Pontífice recordó que los Padres Sinodales, se plantearon estas preguntas, comprendiendo también que es difícil, a veces imposible, ofrecer respuestas. “Sin embargo, las preocupaciones de los Padres sinodales y la solicitud maternal de la Iglesia ante tanto sufrimiento han encontrado un instrumento pastoral útil en la exhortación apostólica Amoris laetitia. En este documento se dan indicaciones claras para que nadie, especialmente los pequeños y los que sufren, se quede solo o sea tratado como un medio de chantaje entre padres divididos (cf. Exhortación Apostólica Amoris laetitia, 241)”.
Francisco recordó que el próximo 19 de marzo comenzará el «Año de la Familia Amoris laetitia». Y la Sacra Rota aporta, con su trabajo, una valiosa contribución a este “camino eclesial con las familias y por la familia”.
La decisión de los jueces en el Tribunal de la Rota Romana
El Papa pidió a los jueces, al Tribunal Apostólico, y demás Tribunales de la Iglesia, que «los procedimientos de reconocimiento de las causas de nulidad sean más accesibles y ágiles, a ser posible completamente gratuitos» (ibid., 244). La Iglesia es madre, afirmó, y los jueces tienen un ministerio eclesial y están llamados a abrirse a los horizontes de la labor pastoral que “tiene que ver con la preocupación por los niños, como víctimas inocentes de tantas situaciones de ruptura, divorcio o nuevas uniones civiles (cf. ibíd., 245)”.
Los jueces tienen que ejercer su “misión de jueces como un servicio cargado de sentido pastoral, que nunca puede faltar en la delicada decisión sobre la nulidad o no de una unión conyugal. A menudo se piensa en la declaración de nulidad matrimonial como un acto frío de mera decisión jurídica. Pero no es ni puede ser así. Los juicios del juez eclesiástico no pueden prescindir de la memoria, hecha de luces y sombras, que han marcado una vida, no sólo de los dos cónyuges sino también de los hijos”.
El Papa los alentó a no cansarse en dedicar toda la atención y el cuidado a la familia y al matrimonio cristiano: “aquí se invierte gran parte de la solicitud por el bien de las Iglesias particulares”. Y pidió que “el Espíritu Santo, al que invocan antes de cada decisión a tomar sobre la verdad del matrimonio, los ilumine y los ayude a no olvidar los efectos de tales actos: en primer lugar, el bien de los hijos, su paz o, por el contrario, la pérdida de la alegría ante la separación. Que la oración y el compromiso común pongan de relieve esta realidad humana, a menudo sufrida: una familia que se divide y otra que, como consecuencia, se forma, socavando aquella unidad que hizo la alegría de los hijos en la unión anterior”.
La familia acompañada por su obispo
Por último, exhortó a cada Obispo -constituido por Cristo como Padre, Pastor y Juez en su propia Iglesia- a estar cada vez más abierto al desafío relacionado con este tema. Que cada obispo lleve a cabo un “camino eclesiológico y pastoral necesario, orientado a no permitir que se haga sólo la intervención de las autoridades civiles a los fieles que sufren juicios no aceptados y sufridos”.
Francisco señaló que es más urgente que nunca que los colaboradores del Obispo, en particular el Vicario Judicial, los agentes de la pastoral familiar y especialmente los párrocos, se esfuercen por ejercer esa diaconía de protección, cuidado y acompañamiento del cónyuge abandonado y, eventualmente, de los hijos que sufren las decisiones, por justas y legítimas que sean, de nulidad matrimonial.