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LA LECTURA DE LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS EN MEDELLÍN

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Fe creída, Fe vivida

Pbro. Jhonny Alberto Zambrano Montoya

Queridos lectores, continuamos descubriendo elementos importantes que Medellín nos ofrece para nuestro tiempo actual. Ahora lo haremos desde la lectura de los signos de los tiempos, que según Biju-Duval (2016), profesor de la Pontificia Universidad Lateranense, «son como indicadores de la voluntad y de la acción de Dios en el tiempo presente y constituyen un llamamiento a la Iglesia para que pueda cooperar con Dios». La tarea de los obispos en Medellín fue dar respuesta al pueblo de Dios desde los signos y el discernimiento en lo social, para inspirar un orden nuevo.

«Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada» (GS 44).

La evangelización que busca desarrollar Medellín, es orientada a formar una fe «personal, adulta, interiormente formada, operante y constantemente confrontada con los desafíos de la vida actual en esta fase de transición» (MD 7, 13).

Dicha evangelización entra en relación con LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS, que son expresados en el orden social que se estaba viviendo, convirtiéndose en un LUGAR TEOLÓGICO. «La evangelización necesita, como soporte, una Iglesia-signo» (MD 7, 13) que debe expresarse en el testimonio personal y comunitario con compromiso temporal. Los signos en Medellín, serán enmarcados dentro de la salvación y el progreso humano. Presentaremos a continuación algunos signos, que serán para nosotros también criterios.

El primer signo, LA POBREZA. «Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte» (MD 14, 12). Ya san Pablo VI en su mensaje a los campesinos en Colombia (1968) decía: «Nos estáis ahora escuchando en silencio, pero oímos el grito que sube de vuestro sufrimiento».

Por ello, el episcopado latinoamericano no pudo ser indiferente ante esta injusticia social de pobreza y miseria, consientes que tenían su raíz en situaciones de subdesarrollo y marginalidad que deben ser sanadas por el desarrollo y la integración.

Estas situaciones de injusticia expresan situación de pecado, estructuras injustas u opresoras. «América Latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de injusticia que puede llamarse de VIOLENCIA INSTITUCIONALIZADA cuando, por defecto de las estructuras de la empresa industrial y agrícola, de la economía nacional e internacional, de la vida cultural y política, “poblaciones enteras faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política” (PP 30), violándose así derechos fundamentales» (MD 2, 16).

La miseria resulta de una situación de dependencia, tanto del capitalismo como del marxismo, podríamos decir que había una opresión por los grupos de poder y urgía un proceso de liberación, que sería el punto de arranque de la Teología de la Liberación.

El segundo signo, es el MENOSPRECIO DE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE, que tiene su origen en el desequilibrio interior de la libertad humana. Por eso, para la verdadera liberación del hombre es necesaria aparte de la renovación de las estructuras, una profunda conversión donde pueda ser libre y responsable, un hombre nuevo. «Solo a la luz de Cristo se esclarece verdaderamente el misterio del hombre» (GS 22), por ello, en la historia de la salvación la obra divina es una «acción de liberación integral y de promoción del hombre en toda su dimensión, que tiene como único móvil el amor» (MD 1, 4). Este fue el punto de enfoque de los obispos, movidos por la voz de san Pablo VI.

El tercer signo es LA UNIDAD PROFUNDAD ENTRE EL PROYECTO SALVÍFICO DE DIOS Y LAS ASPIRACIONES DEL HOMBRE. Así lo recordaba el CVII en GS 43, al hablar sobre este dualismo entre fe y vida, «en la búsqueda de salvación deben evitarse el dualismo que separa las tareas temporales de la santificación» (MD 1, 5). La fe y la responsabilidad política deben ir de la mano haciendo camino, porque lo que se busca es «una fe personal, adulta, interiormente formada, operante y constantemente confrontada con los desafíos de la vida actual» (MD 7, 13). Los obispos buscaban una mayor presencia de la fe en las realidades sociales de forma integral.

El cuarto signo, es que TODA LIBERACIÓN ES UN ANTICIPO DE LA REDENCIÓN DE CRISTO. «En la historia de la salvación la obra divina es una acción de liberación total y de promoción del hombre en toda su dimensión» (MD 1, 4). La consumación final comienza su realización en el anhelo del hombre por su redención y en las conquistas que logra mediante su actividad diaria realizada en el amor. La formación liberadora será un gran camino para el desarrollo del hombre.

El quinto signo, es la búsqueda de CREAR UN ORDEN SOCIAL JUSTO como tarea cristiana. Medellín afirma, que el cristianismo tiene «una dimensión social y comunitaria»(MD 2, 4). Cristo libera al hombre de todo aquello que le impida el desarrollo integral. La transformación social se logra al momento de integrar los criterios temporales en la visión cristiana. El documento clarifica bien dos roles para este orden social. El primero, de los pastores basado en la inspiración y educación de las conciencias. El segundo, el de los laicos que deben dejarse formar y percibir las responsabilidades de su fe en lo personal y social.

La carencia de una conciencia política, hace imprescindible la acción educadora de la Iglesia, buscando una participación política en el ejercicio de la caridad. FORMAR LA CONCIENCIA ayudará a percibir los problemas de la comunidad y de las estructuras sociales, despertando hábitos comunitarios, es una tarea de concientización. Esto se logrará a través del discernimiento de los signos de los tiempos con lucidez y solidaridad, dando como fruto la liberación integral del hombre y creando la conciencia de una solidaridad fraternal.

Esta SOLIDARIDAD, es expresada en un compromiso de cercanía a la gente, en particular donde se da la pobreza, el desprecio de la dignidad del hombre, la aspiración de ser libre de la injusticia, donde haya necesidad de liberación, para así lograr un orden social iluminado desde el Evangelio.

Para finalizar quisiera recordar lo dicho por los obispos en Medellín en su Mensaje a los pueblos de América Latina: «LOS QUE POSEEN EL PODER DE DECISIÓN han de ejercerlo en comunión con los anhelos y opciones de la comunidad. A fin de que esta integración responda a la índole de los pueblos latinoamericanos, deberá contarse con los valores que le son propios a todos y cada uno, sin excepción. La imposición de valores y criterios extraños constituirá una nueva y grave alienación. Contamos con elementos y criterios profundamente humanos y esencialmente cristianos: un sentido innato de la dignidad de todos, una inclinación a la fraternidad y a la hospitalidad». Que esta relectura de Medellín nos anime a ir configurando ideas y acciones para la refundación de nuestra sociedad venezolana.

PD: Cuando me refiero al documento de Medellín lo indico con esta sigla (MD), el primer número hace referencia a uno de los 16 apartados del documento y el siguiente número indica el numeral de este apartado.

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