Con ocasión de la fiesta del Santo Cura de Ars, patrono de los párrocos y ejemplo para todo sacerdote diocesano, les hago llegar mi afectuoso saludo, junto con la seguridad de mi recuerdo en la oración. Como aconteció el pasado año, no nos podremos reunir en esta oportunidad por las restricciones ocasionadas por la pandemia. Sin embargo, cada uno de nosotros tiene la oportunidad de abrir un espacio de tiempo para reflexionar y orar, teniendo como telón de fondo al Cristo del Rostro Sereno, con quién hemos sido configurados el día de nuestra ordenacion.
La figura ejemplar de San Juan María Vianney nos brinda algunos elementos para nuestra oración y reflexión. Él vivió dificultades particulares y experimentó en la soledad y el aislamiento de su parroquia la fuerza del Espíritu Santo. Lejos de encerrarse y así caer en la mediocridad destructora, abrió toda su vida para identificarse con el Señor y actuar en su nombre. Lejos de lo que muchos llegaron a pensar, hizo de su vida y ministerio una página viva del Evangelio, todo un tratado de la más profunda teología del amor misericordioso de Dios y una expresión de pleno celo apostolico.
Les invito a considerar, entre otras ideas, las siguientes, buscando a la vez profundizar en ellas y asumirlas con decisión y entusiasmo:
1.- Hacer de la oración un renovado estilo de vida, desde la meditación y el discernimiento espiritual hasta la más sencilla plegaria, a imitación del Cura de Ars. En la oración, además de entrar en continúa comunicación con Dios, el Santo Cura siempre tuvo presente a su gente y a su pueblo. El gusto por la oración lo hizo superar las tentaciones de desaliento y de autosuficiencia. Antes bien, mediante ella se descubrió necesitado de la gracia de Dios y sintió la urgencia de una continúa dedicación al pueblo. En estos tiempos de pandemia, con las privaciones y circunstancias que condicionan nuestro ser sacerdotal, la oración es clave para crecer, mantenernos animados y estar en sintonía con Dios y su pueblo.
2.- La Eucaristía, como celebración viva de la Pascua y en su dimensión de adoración. En ella, junto con la Palabra, hacemos memoria de Cristo, Salvador, Liberador y Sanador. Mirando el ejemplo del Santo Cura, podemos reafirmar la centralidad del misterio eucarístico para toda la Iglesia. La oración y contemplación ante la Divina Majestad nos han de llevar a una mayor identificación con el Señor y así hacer que sus sentimientos sean los nuestros. En la Mesa de la Palabra y Eucaristía, hemos de colocar los gozos y esperanzas, los sufrimientos de nuestra gente. Nuestro pueblo debe sentir esa característica eucaristica de nuestro ser y quehacer sacerdotales.
3.- Al actuar en nombre de Cristo, el Cura de Ars supo hacerlo con humildad, sencillez, generosidad y sabiduría. También nosotros estamos llamados a dar muestras de ello con autenticidad y transparencia. No nos quedemos con el eficientismo de nuestras acciones externas. Son importantes. Pero han de ser una muestra de algo mayor y es la verdadera eficiencia de nuestro ministerio. No somos gerentes ni profesionales. Tampoco dejemos llevarnos por criterios mundanos. Esa hermosa expresión de «oler a ovejas» nos ha de distinguir. Ese «olor» es el de la caridad pastoral, la fraternidad sacramental y el de darnos a conocer configurados al Sumo Sacerdote. Es así como atraeremos a la gente, no hacia nosotros, sino al encuentro con Dios vivo.
No vivimos tiempos fáciles. La crisis general del país y la pandemia constituyen una situación que nos desafía. No olvidemos que el Señor está en nuestra propia nave. Nos corresponde aferrarnos a Él. No hemos escapado de los efectos de esa pandemia. 4 de nuestros hermanos de Presbiterio han fallecido a causa del covid; otros hemos padecido de diversos modos el contagio. No estamos exentos de infectarnos, por eso hemos de reforzar las medidas preventivas y colaborar para que nuestro pueblo también las asuma y respete. De todos modos, no perdamos la esperanza y seamos alentadores de la misma en nuestras comunidades.
En el marco de la gran fiesta-peregrinacion del Santo Cristo de La Grita, la figura de San Juan María Vianney es más que un aliciente: es la prueba de poder llegar a la santidad con la respuesta positiva, firme y permanente, de nuestra parte a la llamada y Consagracion que el Espíritu Santo ha hecho en nosotros. Que nuestro pueblo, a cuyo servicio estamos dedicados, vea en cada uno de nosotros una antorcha de luz para su camino y, a la vez, experimente que somos reflejo viviente del Buen Pastor.
Les saludo y bendigo. Están en mi oración y sé que cuento con la de ustedes. Les quiero mucho.
«ANIMO Y ADELANTE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUS»
+MARIO DEL VALLE, OBISPO DE SAN CRISTOBAL
SAN CRISTOBAL, 3 de agosto 2021.