Desde el 14 de agosto, los talibanes se hicieron al poder en Afganistán, sembrando temor en la población, especialmente en las familias cristianas del país, que deben ahora esconderse para evitar ser agredidos por los cuerpos radicales del Estado Islámico.
En la nación, más del 99% de la población es musulmana, y la comunidad cristiana es muy pequeña, articulada principalmente por medio de la embajada italiana en Kabul, y algunos afganos que se ha convertido al catolicismo pero permanecen en la clandestinidad. Esta situación hace complicado el panorama para los cristianos afganos.
Por su parte, Ali Ehsani, católico afgano exiliado en Italia, declaró a la Conferencia Episcopal Italiana que ha estado en contacto con algunas familias cristianas en Afganistán, y “viven escondidas y con miedo, algunas sin comida desde hace días”; pidió a los países cristianos que no abandonen al pueblo afgano. Ehsani, en alianza con amigos suyos residentes en Kabul, trabajan para sacar de Afganistán a todas las familias cristianas que les sea posible, sin exceptuar las familias y personas conversas en secreto.
Para los musulmanes, Ali es un traidor, considerado así desde que se convirtió al catolicismo en su juventud, “los marroquíes, por ejemplo, no comprendían que yo, siendo afgano, no fuera musulmán como ellos. Otros, además, me decían que si estuviésemos en Afganistán en aquel momento no dudarían en dispararme”, comentó.
Asimismo, afirma que “en estos últimos años, a pesar de que los talibanes ya no estaban en el poder, ser cristiano en Afganistán siempre ha sido peligroso”. En ese sentido, en un reciente artículo publicado por ACI Prensa, se recuerda que la libertad religiosa en Afganistán ya era precaria en el país.
En la Constitución aprobada en 2004 se penaba con la muerte la conversión del islam a otra religión y las minorías religiosas, como el cristianismo, no tenían iglesias visibles y no podían practicar de manera pública su fe.