La pequeña comunidad católica de Afganistán, un país que de hecho no tiene relaciones diplomáticas con el Vaticano, está conformada también por seis monjas: cinco misioneras de la caridad y una de otra congregación menos conocida. El 26 de agosto aterrizaron en el aeropuerto de Fiumicino en Roma pero no llegaron con las manos vacías.
Fue conmovedor ver no sólo a 14 niños afganos bajando las escaleras del avión sino también conocer algunas de las fotos del viaje: y es que no se trata de cualesquier niños sino de niños huérfanos y, además, con discapacidad. Tal vez lo que en muchos ámbitos menos querrían “salvar” por su condición.
Los niños, cuyas edades oscilan entre los seis y veinte años, eran atendidos en Kabul por la misión intercongregacional “Pro bambini Kabul”, son apenas un pequeño grupo de uno más grande de hasta 50 integrantes que las religiosas atendían con el objetivo de lograr su plena inserción en la sociedad. Hasta antes de la llegada de las religiosas ese tipo de personas son segregados incluso por sus familias.
“Para nosotros es un gran alivio: los niños que llegaron, todos huérfanos de entre seis y veinte años, son verdaderamente los más vulnerables de los vulnerables: están en sillas de ruedas, ninguno es autónomo y no podrían haber sobrevivido solos”, declaró a Asia News el padre Matteo Sanavio, quien también residía en Kabul. (ZENIT )