«El centenario es una ocasión para volver la mirada atrás y elevar un canto de gratitud por la semilla de fe que sembraron nuestros predecesores, pero es sobre todo una ocasión para proyectar el futuro y mirar hacia adelante»
Ágora
Una columna para la opinión
Queridos lectores el 2022 es un año de significativa relevancia para la Diócesis de San Cristóbal en Venezuela, pues la misma celebra sus cien años de fundación. Cien años sembrando la buena del Evangelio en Espíritu y Verdad.
Creada el 12 de octubre de 1922 por el papa Pio XI, la erección canónica de la Diócesis de San Cristóbal marcó un hito en la historia eclesiástica venezolana y de manera especial en la San Cristóbal del siglo XX que se vio engalanada por tal intención de la Santa Sede, que aunque conmocionada por los conflictos de la primera guerra mundial (1914-1918) no dudó en preocuparse por la presencia y misión de la Iglesia en Venezuela, ya que en la misma fecha fueron creadas las Diócesis de Coro, Cumaná y Valencia.
Es curioso que también sea un año centenario para el Vicariato apostólico del Caroní, ahora responsabilidad de la Diócesis de San Cristóbal, pues ambas Iglesias locales se llenan de júbilo al celebrar la comunión en la misión evangelizadora.
Celebrar el año centenario es festejar la fe de un pueblo fervoroso que contempla en su historia la acción transformadora del Evangelio de Jesucristo. Es festejar el trabajo apostólico de numerosos obispos, sacerdotes y religiosos que edificaron la fe en obras espirituales y físicas perdurables hasta hoy.
El centenario es una ocasión para volver la mirada atrás y elevar un canto de gratitud por la semilla de fe que sembraron nuestros predecesores, pero es sobre todo una ocasión para proyectar el futuro y mirar hacia adelante visualizando una Iglesia que se renueva en espíritu y verdad para responder a los signos de los tiempos. El año centenario es un reflejo de la perseverancia y un momento propicio para “hablar de lo que hemos visto y oído” (cfr.Hch 4,20) pues ¿Qué sería el Táchira sin la Iglesia y sus huellas en el desarrollo cívico, histórico, humanístico, social?
Gracias sean dadas a la Providencia Divina por fijarse en esta porción del pueblo de Dios y poner su morada en medio de nosotros. Nuestros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, nuestros jóvenes y todo el pueblo de Dios son una muestra de los frutos de fe que produce una Iglesia viva que camina en Espíritu y Verdad. ¡Gozosos celebramos cien años sembrando la fe!