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¿Época de cambios o cambio de época?

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«En un cambio de época, lejos de pensar con pesimismo, debemos sentir la alegría del resucitado y proclamar el evangelio de la vocación»


Leonardo Vivas 

En un discurso dirigido a la Curia Romana, con ocasión de las felicitaciones navideñas en 2019, el santo padre Francisco exhortando al personal de la curia, en torno a perder el miedo a las trasformaciones y al cambio, pronunció una célebre frase que aun cuando parece un juego de palabras, es una clara invitación a la reflexión: «no estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época».

Su discurso, tras haber citado al cardenal Newman como ejemplo de conversión y transformación, parece ir construyendo una clara invitación a descubrir los significativos cambios que se originan en una nueva época, un nuevo milenio y por ende en una nueva invitación a leer los signos de los tiempos, sin perder la razón de ser de la Iglesia.

La célebre frase de un cambio de época puede tener un significado especial en la reflexión sobre la pastoral vocacional y las crisis que afronta en muchos campos la Iglesia, como se puede observar en las cifras de los candidatos que entran a los seminarios y casas de formación para iniciar un proceso de discernimiento. La pérdida del sentido de Dios, (ad intra Ecclesiae) el desencantamiento del mundo y el giro antropológico del nuevo milenio (ad extra Ecclesiae) pueden ser algunas de las causas principales de la crisis vocacional. Comprender el cambio de época y sus influencias en la realidad vocacional, eclesiológica y por tanto teológica nos puede arrojar nuevos criterios para superar la crisis vocacional y emprender un resurgimiento de las vocaciones en un mundo que camina hacia la secularización y el olvido de Dios.

Reflexión bíblica

En las Sagradas Escrituras, la experiencia de la vocación está inserta en el marco de la historia de la Salvación. Las relaciones del hombre con Dios se presentan en distintas ocaciones, tal es el caso de la vocación de Abraham (Gn 12, 1-5) la vocación de José (Gen 45,4-8) la vocación de Moisés ( Ex 3, 1-12) la vocación de Samuel ( 1era Samuel 3, 21 ) o la vocación de los profetas (Isaías 6, 1-13; Jeremías 1, 4-10).

En cada uno de estos personajes  existe una experiencia personal que se caracteriza, por una invitación, un llamado, un cambio de nombre que determina una misión.

La experiencia vocacional no se reduce al plano histórico, sino en la experiencia al Nuevo Testamento. En los evangelios podemos encontrar una serie de referencias que ponen de manifiesto la experiencia de un Dios que elige, un Dios que nos hace llamado a una misión específica.

El libro de los hechos de los apóstoles nos narra la experiencia vocacional de San Pablo, poniendo de manifiesto como la acción trasformadora de Jesús, hace de la vida de Pablo un modelo vocacional, ejemplo del dinamismo al cual es inserto quien es llamado. No obstante, el mismo Jesús experimenta un proceso vocacional de obediencia al Padre, convirtiéndose así en un modelo perfecto para llamar y ser llamados, lo que formula una pedagogía practica para sumar mas obreros a la mies.

En efecto, la palabra debe ser el punto de partida, se trata de creer en las palabras de Jesús que invita y llama a ir por todo el mundo (cfr. Mt 28,19) a ser pescadores de hombres y remar mar adentro (duc in altum).

 Cambio de época 

Actualmente la pastoral vocacional experimenta una serie de desafíos debido al cambio de época, estos hacen repensar la forma en como se propone el mensaje de la vocación.

La época influye, pero debemos estar conscientes que el llamado de Dios nunca cambia, Jesús sigue llamando a los hombres de hoy con la misma veracidad de hace dos mil años, Él es el mismo ayer hoy y siempre (Hb 13,8) quizá la crisis no está en el llamado, sino en la respuesta que brindamos.

Hoy es necesario vigorizar la pastoral vocacional y anunciar, que vale mucho entregar la vida a causa del evangelio, abandonando el pesimismo e incluso las frases de desprecio en torno a la situación vocacional: No hay vocaciones… ya nadie viene al Seminario o a la vida religiosa. Lejos de pensar así debemos sentir la alegría del resucitado

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