Hace más de quinientos años el mensaje de Jesús llegó a nuestros pueblos, pero como afirma Juan Pablo II «Antes, mucho antes y sin que acaso lo sospecharan, el Dios vivo y verdadero estaba presente iluminando nuestros caminos… Las semillas del Verbo estaban y alumbraban el corazón de nuestros antepasados para que fueran descubriendo las huellas del Dios Creador en todas sus criaturas: el sol, la luna, la madre tierra, los volcanes y las selvas, las lagunas y los ríos».
Aquí nacimos, crecimos y luchamos. Aquí en este Táchira que sirve de lindero y donde se vive con mayor intensidad la brecha que separa a los poderosos de los excluidos. Aquí en este solar de la patria hemos enfrentado la dolorosa realidad de los que han cerrado puentes para levantar muros de humillación.
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Pero aquí hemos compartido con Profetas de la Buena Nueva que han dictado hermosas lecciones de solidaria generosidad para acercar de nuevo la voz del resucitado a todos. Aquí hemos peregrinado con hombres y mujeres, muchos de ellos campesinos como los pastores que acompañaron el nacimiento del Salvador en la pesebrera de Belén. Aquí hemos aprendido los Salmos de Liberación de muchos profetas, la mayoría de ellos analfabetos que con su testimonio van recitando el extraordinario mensaje del Apóstol Santiago: «Hermanos míos, ¿De qué sirve decir que se tiene fe, si no se tienen obras? ¿Acaso esa fe puede salvar? Si un hermano o una hermana están desnudos, y no tienen el alimento necesario para cada día y alguno de ustedes les dice: Vayan tranquilos; abríguense y coman hasta quedar satisfechos, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿De qué sirve eso? 17 Lo mismo sucede con la fe: si no tiene obras, está muerta. Pero alguien podría decir: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras» (Santiago 2, 14-18).
Aquí en esta aldea hemos asistido a las clases testimoniales de obreros excluidos, de campesinos marginados, de madres abandonadas y con ellos aprendimos a creer en la justicia y a esperar esperanzados. Todos ellos han sido catequistas que nos enseñaron a entender, a asimilar y a practicar la eterna lucha por la justicia y luchar por la justicia es «aprender a ser más fuertes, a reír y a sufrir, porque vivimos de una esperanza inquebrantable que brota de la fuerza liberadora de un Libertador Ajusticiado… Por eso nuestra fe está depositada en el Resucitado que ayuda a vivir la lucha con infinita esperanza, humildad y generosidad, creyendo siempre en un Dios crucificado que es fuerza y liberación para todos»
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Ese es el pueblo cristiano radicado en esta tierra. Un pueblo que peregrina con esperanza y que hoy luego de cien años de recorrer por los caminos de esperanza en esta Diócesis localizada en el estado Táchira, sigue entonando Salmos de Liberación que «cuentan lo que está pasando y a la vez iluminan y movilizan, transmiten paz y alegría, son emotivos y tocan el corazón, generan esperanza, invitan a la reflexión y a la oración, son un regalo y un soplo de aire fresco para transitar por estos desierto y a todos nos dan fuerza en medio de tanta impotencia y sufrimiento. Este pueblo Tachirense sigue mostrando la fe y el Evangelio encarnados en las personas que viven, sufren y luchan pero que caminan hacia la tierra prometida».
Para recordar el eterno peregrinaje de este pueblo, LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL TÁCHIRA, en la seguridad de que «…Un pueblo tiene la eternidad de su memoria» realizará una Sesión Solemne para festejar con nuestra comunidad, la histórica celebración.
Nos reencontramos en esta primavera exultante del pueblo cristiano y en actitud de obediencia al mandato del maestro, quien nos ordenó que fuéramos luz, portamos los faroles que brindan claridad a la peregrinación de este pueblo, porque desde LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL TÁCHIRA tenemos la certeza de que al final la Luz es mucho más potente que las tinieblas.
En la celebración del Centenario de esta Diócesis, agradecemos a Dios y agradecemos a todos los hermanos con los cuales hemos compartido esta convicción de liberación. Al hacer memoria, que es mucho más que recordar, la ACADEMIA DE HISTORIA DEL TÁCHIRA, le agradece al Señor la gran misericordia que ha tenido con esta tierra al regalarnos el caudal inagotable de nuestra fe y de nuestra esperanza. Por eso celebramos UN SIGLO DE LUZ
Escribe: Felipe Guerrero
E-mail: felipeguerrero11@gmail.com
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