Pbro. Jhonny Alberto Zambrano Montoya
Fe creída, Fe vivida
LA TEOLOGÍA Y LA ANTROPOLOGÍA CRISTIANA enseñan que el hombre, creado por amor a imagen y semejanza de Dios, es la única criatura que trasciende el orden de lo creado, capaz de relacionarse personal y conscientemente con el Creador, de descubrir su amor y aceptarlo libremente.
LA CONCIENCIA Y LA EXPERIENCIA del Don que significa ser creado por amor, le permite al hombre reconocerse y reconocer a sus semejantes como miembros de una misma comunidad de origen y destino común que es la entera familia humana.
El hombre adquiere la noción primaria de IDENTIDAD Y PERTENENCIA a través de la comunidad originaria familiar, la cual enseña la COMPLEMENTARIEDAD entre los sexos, TRASCIENDE la visión individualista según la cual el orden social es un agregado de individuos que persiguen la satisfacción de sus intereses particulares, facilita el ejercicio de relaciones de RECIPROCIDAD y educa para el desarrollo de la virtud de la SOLIDARIDAD que desde la familia debe trasladarse al orden social.
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En este sentido, por el bien del hombre y de todos los hombres, LAS RELACIONES COMUNITARIAS deben servir al perfeccionamiento y desarrollo libre de la personalidad humana.
No sucede así cuando se niega el valor sagrado e inalienable de la personalidad espiritual y material propia de cada ser humano, se concibe al ser humano como un individuo aislado, independiente y no condicionado por vínculos de reciprocidad, se olvida que el hombre es, al mismo tiempo, sujeto de derechos y deberes y se incumplen los deberes propios de cada uno de los miembros de la comunidad; lo que compromete el ejercicio de los derechos del que cada ser humano es titular.
Por tanto, comprender LA RELACIÓN PERSONA – SOCIEDAD permite una mayor consideración en la dignidad inalienable de toda persona, la concepción de uno mismo como sujeto de deberes cuyo ejercicio facilita los derechos de los otros, según una adecuada relación de reciprocidad, la concepción del orden social como un espacio de libertad que nos permite desarrollarnos como personas, la socialización en la virtud de la solidaridad, la valoración del orden social como espacio natural de santificación y para la santificación de los demás.
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Para finalizar quisiera dejar cuatro desafios para llegar a esta relación entre la persona humana individual y comunitaria: EDUCAR en los principios y valores de la antropología cristiana, CULTIVAR la libertad personal y la responsabilidad frente a los poderes coactivos del Estado, FORTALECER el ejercicio de la Libertad Religiosa y DESVELAR Y PROFUNDIZAR la dimensión social de la Iglesia Católica.