El camino junto a los pueblos indígenas ha constituido la espina dorsal del viaje apostólico a Canadá. Lo dijo el Papa esta mañana, en su primera audiencia general tras el período de vacaciones y a su regreso de lo que él mismo describió como “un viaje diferente a los otros” y cuya motivación principal era la de expresar su cercanía y pedir perdón a los pueblos originarios por el daño causado por las políticas de asimilación forzada y liberación en las que participaron muchos católicos.
“Caminar juntos”, lema del viaje apostólico, es “un camino de reconciliación y de sanación, que presupone la conciencia histórica, la escucha de los supervivientes, la toma de conciencia y sobre todo la conversión, el cambio de mentalidad”. Una profundización que se viene realizando en Canadá y que revela que junto a hombres y mujeres de Iglesia valientes defensores de la dignidad de las poblaciones autóctonas, no han faltado los que han participado en programas “inaceptables y contrarios al Evangelio”.
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La memoria
Esta “peregrinación penitencial” como la definió desde un principio el Santo Padre se desarrolló en tres grandes etapas: en Edmonton, en la parte occidental del país; en Quebec, en la parte oriental y en el norte, en Iqaluit.
“El primer encuentro tuvo lugar en Masqwacis – “La colina del oso” – donde se dieron cita jefes y miembros de los principales grupos indígenas de todo el país: Primeras naciones, Métis e Inuit. Juntos hemos hecho memoria: la buena memoria de la historia milenaria de estos pueblos, en armonía con su tierra, y la memoria dolorosa de los abusos sufridos, también en las escuelas residenciales, a causa de las políticas de asimilación cultural”.
Momentos en los que no faltaron el silencio y la oración “para que la memoria pueda volver a iniciar un nuevo camino, ya sin dominadores y súbditos, sino solo hermanos y hermanas” afirmó el Papa antes de pasar a la segunda etapa del viaje.