«Una semana después del comienzo de la guerra, no podía creer que todo fuera cierto. Hasta el último momento esperábamos que al cabo de dos o tres días la situación se resolviera, pero en lugar de ello se agravó…. Los cohetes y misiles seguían cayendo, y en un momento dado los militares rusos entraron en la ciudad, pero fueron rechazados. Y después de unas semanas mi mente no podía soportar más. Me di cuenta de que tenía que reaccionar para superar este estado». El dolor y el miedo siguen vivos en los recuerdos de Oleksandr, un joven de treinta años de Kharkiv.
El primer «sí» a la petición de ayuda
En medio del ruido de las bombas y las armas, el joven no lo pensó dos veces para ayudar a unas ancianas de su bloque de apartamentos que le pidieron que les llevara la compra. No lo dudó ni un momento: se subió a la bici y lo hizo. El deporte, el movimiento y, en particular, el ciclismo habían sido siempre su gran pasión, y ahora podía aplicar su formación con un objetivo claro: llevar ayuda humanitaria a quienes no podían moverse por sí mismos. A partir de ahí, empezaron a llegar otras peticiones de enfermos, pobres y discapacitados. Durante un tiempo Oleksandr lo hizo solo, luego, por casualidad, conoció a otras personas que hacían lo mismo y juntos decidieron crear un grupo al que llaman simplemente «Voluntarios».
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«En nuestro grupo hay unos ocho o nueve ciclistas. Al principio lo comprábamos todo con nuestro propio dinero», explica el joven ucraniano, «y luego una organización benéfica empezó a proporcionarnos alimentos. También hicimos un anuncio en las redes sociales y la gente respondió. En el primer periodo, en la lista de personas de las que nos ocupábamos, había unas 50-70 direcciones, ahora hay unas 1.000. Intentamos visitar a todos y llevarles ayuda una vez a la semana».
Mucha gente está abandonando Kharkiv, al igual que muchas otras ciudades del este y el sur del país que están siendo atacadas por el ejército ruso cada día. Oleksandr confiesa que al principio él también pensó en irse. «Pero después de ayudar a la gente una primera y segunda vez, me di cuenta de que en esto me encontré de nuevo a mí mismo. Lo sé, tal vez suene extraño, pero mientras tenga la oportunidad, quiero seguir ayudando. Además, el movimiento, el ciclismo es mi gran pasión, mi vida, y así puedo moverme y hacerlo para ayudar a los demás».
Una verdadera familia
A menudo, los «voluntarios» arriesgan sus vidas porque nunca saben qué parte de la ciudad será golpeada. Casi todos ellos han visto caer un misil o un cohete cerca. «El miedo está ahí», dice Oleksandr, «pero hay que evitar el pánico, tratar de ser estar muy atentos, cuidarse y no exponerse innecesariamente al peligro».
Para superar el miedo y otras fuertes emociones negativas, relacionadas con los dramáticos acontecimientos de la guerra, le ayuda la pertenencia al grupo: «Para nosotros se ha convertido en una verdadera familia. Nos ayudamos y apoyamos mutuamente. Además del voluntariado, pasamos juntos el tiempo libre. También los familiares y amigos, tanto en Ucrania como en el extranjero, que me apoyan con palabras y ayuda material, me hacen sentir que no estoy solo».
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El deporte en la guerra
Lo especial de los «voluntarios» de Kharkiv, dice Oleksandr, es que «el deporte es su vida». «Para nosotros, 200 km en bicicleta son un paseo agradable, es una forma de descansar y superar el estrés», explica. «Y ahora, durante la guerra, tanta gente ha descubierto que el deporte es una gran ayuda, para muchos se ha convertido en un verdadero tranquilizante. Y muchos, como nosotros, intentan combinar el deporte con la ayuda a los demás».
Svitlana Dukhovych – Ciudad del Vaticano