«Las instalaciones de energía, medicina e investigación nucleares no deben ser objetivos en las guerras». Lo dijo monseñor Gabriele Caccia al explicar que podrían transformar estos lugares en fuentes de proliferación de armas, de creación de «bombas sucias» o contaminar con sustancias radioctivas a las comunidades locales y el medio ambiente, perjudicando a las generaciones presentes y futuras».
La Santa Sede recuerda que «el Protocolo I de las Convenciones de Ginebra prohíbe los ataques contra las centrales nucleares e insta a mantener la protección de los bienes civiles como prioridad en la agenda internacional, incluida la protección de las instalaciones nucleares». El jefe de la delegación de la Santa Sede hizo estas declaraciones al intervenir en la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de la ONU que se celebra en Nueva York del 1 al 26 de agosto.
Energía nuclear y desarrollo
Hoy en día hay un total de 440 reactores nucleares en el mundo, una quinta parte de la energía global a baja emisión de carbono, crucial en la lucha contra el cambio climático. «A medida que nuestra casa común experimenta el impacto de la crisis medioambiental», señaló Caccia, «abordar la escasez de alimentos y agua es fundamental, especialmente para los más pobres y vulnerables del mundo. La tecnología nuclear también ha contribuido al desarrollo sostenible ayudando a la lucha contra el cáncer, mejorando el rendimiento de las cosechas, protegiendo los suministros de agua y monitoreando la contaminación de los océanos».
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Enfoque integral
Reafirmando su compromiso con el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), la Santa Sede insta a adoptar un enfoque integral, no tecnocrático ni excluyente, del uso de las tecnologías nucleares: que tenga en cuenta, de acuerdo con las recomendaciones del Papa Francisco, que todo está relacionado, desde el grito de la Tierra hasta el grito de los pobres… «La Tierra, nuestro hogar», señaló el arzobispo, «empieza a parecerse cada vez más a un inmenso montón de basura. Cada año se producen cientos de millones de toneladas de desechos, muchos de ellos no biodegradables, altamente tóxicos y radiactivos. A menudo no se toman medidas hasta que la salud de las personas se ha visto afectada de forma irreversible».
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Del miedo a la responsabilidad
Sin embargo, los nuevos avances en materia de energía nuclear apuntan a la posibilidad de proporcionar una energía que no tenga un impacto negativo sobre el clima o la salud. La tarea de los Estados, sugiere el representante del Vaticano ante la ONU en Nueva York, es «restaurar los entornos afectados por los accidentes nucleares y la extracción de uranio, ayudar a las poblaciones afectadas, acordar soluciones de almacenamiento a largo plazo para los residuos radiactivos de alto nivel». La Santa Sede -concluye- «se congratula de la apertura del Banco del OIEA para el uranio poco enriquecido en Kazajistán y pide un mayor compromiso con la multilateralización del ciclo del combustible nuclear» para promover, en línea con el deseo expresado por Francisco, «un orden mundial basado en la unidad de la familia humana, fundado en el respeto, la cooperación, la solidaridad y la compasión» y para contrarrestar finalmente «la lógica del miedo con la ética de la responsabilidad».
Paolo Ondarza – Ciudad del Vaticano