En la segunda parte del tema sobre el envenenamiento del amor, tratamos la triste realidad que vive el concepto del amor hoy; su reducción al acto genial entre hombre y mujer. En esta tercera y última entrega, reflexionaremos en torno a qué significa el amor para los cristianos, y cómo deberíamos vivirlo.
El viernes santo en toda la Iglesia celebramos la pasión del Señor, donde recordamos todo lo que padeció Jesús por amor a cada uno de nosotros. Ahora bien, ¿de qué se trata la pasión del Señor? ¿Sólo del sufrimiento que sufrió Jesús? ¿Los muchos azotes que tuvo? ¿La sangre que derramó? ¿La humillación? No. Antes de sugerir a qué nos referimos, pensemos en la forma con que una madre levanta a su bebé con amor y ternura. O también, el amor que tiene un hincha por su equipo, que sin considerar la lluvia, se queda para apoyar a su equipo. Incluso, el ejemplo de la Madre Teresa de Calcuta, quien pudo dejarlo todo por amor a los pobres y marginados.
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Después de estos ejemplos, el tipo de amor que Jesús expresó en la cruz definitivamente es un amor pasional: un amor que se entrega sin límites, ama sin límites, y que nunca pasa. En ese orden de ideas, el color rojo de la liturgia podría tener ese significado: ¡el amor se nota, por eso es rojo! No sólo la sangre. De esta manera, creemos que el amor es la solución al egoísmo que está viviendo esta sociedad individualizada, como consecuencia de la postmodernidad, y la sed por el dinero.
La pregunta que ahora nos surge es, ¿cómo podemos vivir ese amor pasional que Jesús nos enseñó? Al respecto dice el Papa Francisco, que “sólo el que se ha encontrado con el Señor”, va a poder amar como él amó, porque nadie da de lo que no tiene. Así pues, es indispensable encontrarnos con Cristo, conocerlo, no sólo saber de él, sino entender que cuando se hizo hombre, se quiso relacionar con cada uno de nosotros. Luego de ese encuentro personal con Cristo, ya no va a ser necesario hablar, ni enseñar al respecto del amor, porque, es algo inherente al creyente, por ende, se va a dedicar es a vivirlo, y por qué no, a cambiar el mundo.
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Por último, el Papa Francisco dice, que “el amor más allá de lo útil, lo conveniente y lo debido; el amor genera asombro, inspira impulsos creativos, gratuitos”. La primera carta de Juan nos dice al respecto en los versículos 20 y 21:
“Si alguno dice: “amor a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano”.
A modo de conclusión, si queremos que esta sociedad cambie, y en verdad podamos vivir con aquello que Jesús nos enseñó, debemos empezar por sentirnos amados y salvados por Él. Sólo así venceremos el individualismo que nos destruye y evita que pensemos en el otro, simplemente como una cosa. Mejor aún, nos lleva a considerarlo como un hermano o hermana.
Maicol Adrian Castro