Una de las grandes cuestiones que el hombre hoy en día vive es su autonomía, sobre todo al momento del reconocimiento de la providencia de Dios. Hoy existe la tentación en la esfera social y política, de prescindir del fundamento trascendente, reduciendo todo a una lógica inmanente desde la misma fuerza del hombre.
La razón y la libertad son elementos que hacen posible esa autonomía, ya que ocupa en la mentalidad del hombre moderno un lugar importante y definen su subjetividad individual y comunitaria.
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La autonomía se profundiza más en la vida del hombre, cuando ciertos valores se fundamentan más en el juicio de la razón, que en la experiencia de una historia salvífica con Jesucristo, desde un itinerario místico que va más allá de lo secular.
En la ciudad el ser humano se puede percibir como un sujeto autónomo que transforma la historia, va reconociendo los signos del progreso y tienen el riesgo de olvidar al Padre providente y su presencia en lo cotidiano. Estamos frente al desafío de recobrar la esperanza en lo transcendente.
Para ello, se hace necesario ofrecer la Revelación desde una integración inteligente. Es necesario una nueva alianza entre la fe y la razón con el deseo de repensar la sabiduría que guía al hombre de hoy, una sabiduría cristiana, separar fe y razón, es separar el Evangelio y la modernidad (Cfr. EN 20).
Es necesario la apertura a un discernimiento espiritual para pensar la armonía entre fe y razón, porque donde hay vacío teológico, se deja lugar a misticas espiritualistas sin encarnación, sin espíritu eclesial y cristocéntrico; llevando a dos extremos: las prácticas pietistas providencialistas cerradas sin apertura y los nacionalismos seculares abiertos y sin centro. Es necesario un equilibrio entre estar centrado sin ser cerrado y el ser abierto sin quedar disuelto. Esta búsqueda de conciliación es una tarea espiritual para el cristiano de la ciudad.
El laicismo concibe a la sociedad cerrada en su inmanencia como si Dios no existiera, sin reconocer su actuar creador y salvador. No acepta la providencia y el hombre es el único agente histórico. La libertad no tiene la intervención divina. Puebla nos recuerda el desafío de asumir la legítima autonomía secular de la libertad de las personas desde la fe en la providencia que rige la historia (Cfr. Puebla 436).
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Estamos llamados a descubrir la acción de la gracia en el interior de nuestra libertad. En el momento histórico que vivimos la individuación, donde cada persona decide desde su libertad compuesta por un sistema de creencias y valores a su manera. Cada uno busca una religión a la carta, lo que pone en peligro la Tradición y la comunión elementos claves en la Iglesia.
La misión pastoral en la ciudad debe buscar encarnar el Evangelio desde una vigencia que responda a la vida de las personas, familias y ciudades. Es necesario crear una síntesis vital entre Evangelio y cultura. Como lo indica Aparecida nº 514 hay que redescubrir la presencia de Dios en y desde la cultura urbana.
Dios está presente en nuestra historia y cultura, es decir en medio de nosotros. La evangelización atiende a ayudar a la libertad para que el ser humano se abra a la gracia. La pastoral urbana debe buscar anunciar, celebrar y testimoniar que Dios siempre está, aunque en algunos momentos no se vea.
Pbro. Jhonny Zambrano