La perspectiva pastoral de la ciudad, vista en su unidad, se completa y concreta en una pastoral de los barrios, considerada en sus diversidades. En Venezuela tenemos un gran referente, me refiero a Pedro Trigo, SJ. Él y muchos otros, han pensado la vida pastoral en las barriadas populares de Venezuela y Latinoamérica, ámbitos privilegiados para un diálogo entre fe y cultura, como lo indicaba san Pablo VI en Evangelii Nuntiandi.
El aporte de Pedro Trigo en su obra: “La cultura del barrio”, que resume cuatro décadas de reflexión, explica los barrios de Caracas y otras ciudades como comunidades que se construyen a sí mismas, son sujetos de la cultura suburbana, se mueven por la voluntad de luchar para lograr una vida más digna y buscan una humanización cualitativa.
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La característica principal del poblador de barrio, es su “estar entre”, junto con “estar con otros” y “estar en un lugar”. El habitante del barrio está entre el campo y la ciudad, entre el barrio y la ciudad, en medio de las diversidades del barrio, sufriendo la distancia y sus consecuencias, como el desapego, la itinerancia, el desamparo. Pero con mucha paciencia se va construyendo redes de convivialidad que respetan las diferencias e intentan incluirlas en una nueva síntesis, para la novedad de la vida.
La cultura de “estar entre” es una categoría moderna que se puede interpretar como un “ir desde” e “ir hacia”, por la creación de un nuevo lugar humano que se va construyendo día a día. Se hace necesaria la interacción entre los habitantes de los barrios cuya heterogeneidad es considerable. Se realiza un nuevo mestizaje cultural.
Trigo sostiene que el barrio latinoamericano es un laboratorio donde se presagia el movimiento mundial de los pueblos. Para él los barrios son ámbitos de la cultura mestiza suburbana, donde se encuentran cuatro culturas populares emergentes: indo latinoamericanas, afrolatinoamericanas, campesinas, estas tres tradicionales. La cuarta es la cultura mestiza suburbana, fruto de la formación de los barrios en las ciudades, su expresión más fecunda es la del catolicismo popular.
Pastoral de los barrios
La tarea pastoral debe aprovechar la riqueza cultural y religiosa de cada barrio, su identidad personal, familiar y social. El barrio es un escenario concreto donde se desarrolla la trama y drama de la convivencia cotidiana. El agente pastoral debe trasladarse al lugar, debe estar involucrado con el contexto saliendo de los moldes de culturas meramente eclesiásticas. Es necesario sentir la presencia de Dios en lo cotidiano de cada familia, ese es el termómetro para una auténtica acción pastoral en los barrios.
El evangelizador debe amar y conocer a la gente de su pueblo y la cultura de su barrio tal cual es, compartiendo el amor de Jesús por cada persona y comunidad. No es conocer al otro en cuanto objeto del propio amor, no será un objeto conocido, sino un sujeto amado. Para amar conociendo y conocer amando. Amar a cada hombre, a cada comunidad, a cada barrio. Hay que compartir lo recibido, nadie puede dar lo que no ha vivido.
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Por tanto, cuando somos enviados a una misión, lo primero es conocer la zona, recorrerla, visitarla y entrar en contacto con su gente. Visitar a los hogares y escuchar a los vecinos, caminar codo a codo, aprender sus historias, entrar en contacto con las organizaciones comunitarias, reconocer cómo se desarrolla la convivencia cotidiana. Como dice Puebla, es necesario indagar, descubrir, compartir y recrear los lenguajes simbólicos de la ciudad y de modo especial sus barrios.