Los padres de San Juan Bautista, son el ejemplo de esposos que sujetos al compromiso con Dios permanecían como fieles cumplidores de su Ley y responsables ante la práctica diaria de adoración.
Su avanzada edad aunado a la esterilidad de Santa Isabel generaban una profunda tristeza en ellos, lo cual, no hacía vacilar su proceder ante Dios, sin embargo, un momento de flaqueza, propulsó un reprenda que San Zacarías pagó con una mudez intempestiva que cargó con la solemnidad de la duda.
La historia de Zacarías e Isabel es una prueba tangible de la misericordia de Dios y de la posibilidad de lograr todo lo aquello que se pide con devoción y fe, porque para Dios nada es imposible.
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Zacarías era un sacerdote de la octava clase, la de Abías, uno de los 24 establecidos por David para regular los turnos de servicio semanales en el templo. Se casó con Isabel, también descendiente de una familia sacerdotal, y se estableció en Ain Karen.
Eran ya ancianos y su matrimonio no había gozado de la bendición de un heredero. Tal esterilidad se interpretaba no solo como una desgracia sino como una maldición que los marginaba; sin embargo, su unión era sólida, se amaban y su vida era justa.
Un día, mientras estaba en el templo, Zacarías recibió un anuncio divino por medio del arcángel Gabriel, que le preanunció el embarazo de su esposa. Zacarías, sin embargo, a pesar de ser un hombre piadoso, no creyó y pidió al mensajero de Dios una prueba.
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El ángel le reprochó su incredulidad y lo enmudeció hasta el octavo día después del nacimiento del niño, cuando el infante fue circuncidado: entonces se le abrió de nuevo su lengua para confirmar que su nombre debería ser Juan, como el ángel se lo había anunciado”.
Los padres de San Juan Bautista representan el ejemplo a seguir en la constitución de una familia pues consagrados a ese gran amor, han sido modelo a seguir, representando una marca indeleble en el corazón de los católicos.
“El papel de Isabel contra cualquier previsión humana, es el de ser la madre de Juan el Bautista; del profeta que deberá preparar el camino a Jesús, el Mesías esperado”.
Isabel percibe esta gracia dentro de sí misma cuando siente la vida de su hijo que crece en su vientre; esa nueva vida que se estremece en su interior ante la inesperada visita de su prima María, quien también había recibido otro anuncio del mismo ángel al que respondió confiada e inmediatamente con un sí: Ella es la «llena de gracia».”
CÁNTICO DE ZACARÍAS:
«Benedictus»
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Carlos A. Ramírez B