El Papa Pío XI instituyó en 1925 la celebración de la solemnidad de Cristo Rey del Universo con la intención de que en esta fecha el pueblo de Dios reconozca y afirme a viva voz que Jesucristo es el alfa y el omega, el principio y el fin, quien entregó su vida para salvar a la humanidad entera y por cuya muerte y resurrección existe la esperanza de la vida eterna.
En aquel entonces, el Pontífice otorgó a la festividad un sentido pedagógico al señalar que para instruir al pueblo en la fe, las celebraciones que se realizan periódicamente, se internalizan en la mente y el corazón de los fieles. Es así que en los primeros años se alababa a Cristo Rey el domingo anterior a la solemnidad de los todos santos, pero a partir de 1969, se trasladó la fiesta al cierre del año litúrgico, pues Jesús es la meta del cristiano. Así lo refiere el portal de noticias Vatican News.
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El presbítero Laureano Ballesteros, exdirector de Diario Católico y párroco de la iglesia Cristo Rey de San Cristóbal conversó sobre el significado de esta solemnidad y ofreció una catequesis sobre la estructura del año litúrgico, pertinente para comprender la ruta que marca la Iglesia en la evangelización.
“La fiesta de Cristo Rey es el punto final de todo el año litúrgico, el día que el Señor se sienta en su trono de gloria y toda la humanidad lo aclama como Salvador”, afirmó el Padre Ballesteros.
Celebración
Agregó que es una fiesta que debemos tomar muy en serio porque si somos bautizados, creyentes, es bueno revisar quién es nuestro líder y sobre qué estamos sustentando nuestro propósito de vida. Esto en alusión a que, a pesar de identificarnos como católicos, frecuentemente ponemos en el centro de la vida algo o alguien distinto a Jesús.
“Para algunos católicos, el centro de la vida es un político, para muchos es el dinero, para otros es el disfrute desenfrenado. Allí están los tres enemigos del Rey: el poder, el tener y el placer”. Ballesteros invitó entonces a meditar qué personas u objetos se han apoderado de nuestro corazón, desalojando al Rey de Reyes.
Comentó que el sentido total del año litúrgico y de la fiesta de Cristo Rey es colocar a Dios en el centro de la vida y actuar de acuerdo con esta jerarquización.
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El párroco de la Iglesia de Cristo Rey se refirió a la liturgia dominical que en este ciclo presenta el evangelio de Mateo, donde se anuncia lo que ocurrirá en la segunda venida del Señor.
“En este día Dios nos hace dos preguntas: ¿ustedes realmente tienen fe como para mover una montaña? Porque la fe es una señal de que somos hijos de Dios. La segunda pregunta es ¿hemos amado? La interrogante final del Señor es si amamos a Dios sobre todas las cosas y también a nosotros mismos, al prójimo, a la naturaleza. El amor es la razón de ser”, expresó el padre Ballesteros.
Liturgia
Por ser la solemnidad de Cristo Rey el cierre del año litúrgico, el presbítero consideró oportuno repasar la estructura de este lapso que San Juan Pablo II definió como “el camino a través del cual la Iglesia hace memoria del misterio pascual de Cristo, y lo revive”.
Ballesteros explicó que la Iglesia desarrolla toda una enseñanza organizada, como son los tiempos litúrgicos. Estos nos llevan a conocer la vida, las acciones, los mensajes, la obra de Jesucristo, el llamado a los apóstoles, el envío a la misión y la creación de la Iglesia.
Indicó que el año litúrgico comienza el primer domingo de adviento, que coincide generalmente con el mes de diciembre. Este es un tiempo de expectativa en el cual se invita a la oración y la reconciliación, a preparar el corazón al nacimiento de Jesús, por eso en la plegaria se clama “Ven Señor, no tardes tanto”.
El adviento se prolonga durante cuatro semanas y en este tiempo se emplea el color morado.
El 25 de diciembre marca el inicio de la Navidad, el nacimiento de Jesús, es un tiempo de alegría y esperanza, durante el cual se usa el color blanco, en señal de alegría y de luz. A partir del 6 de enero, comienza el tiempo breve de la Epifanía: “es cuando los Reyes Magos llegan a visitar al Niño Jesús. Es la humanidad representada en tres razas que llegan al pesebre y reconocen la grandeza del Señor”.
Después viene un pequeño descanso, que se conoce como tiempo ordinario, y se extiende hasta el miércoles de ceniza, cuando inicia la cuaresma, un capítulo fuerte que nos prepara para la Pascua del señor a través de la penitencia, el ayuno, la oración y la limosna.
Le sigue la celebración de la Semana Santa y en ella el Triduo Pascual, desde el jueves hasta el sábado de Gloria y el domingo de Resurrección. “Durante la semana santa, el Señor vuelve a pasar y con su sangre pasa y marca los labios de los que comulgan, como dice San Agustín”.
Después de la resurrección, se vive el tiempo de Pascua, cincuenta días de acompañamiento a Jesús resucitado. En este tiempo, se utiliza el color blanco porque es fiesta, es alegría.
La Pascua termina el día del Espíritu Santo, cuando se celebra la venida de la tercera persona de la Trinidad. “Se celebra con el color rojo que es fuerza, energía, fuego que baja del cielo y que llena los corazones de los apóstoles y de todos nosotros que nos renovamos ese día como miembros activos de la Iglesia. Ese día se debería celebrar con una torta en todas las parroquias, porque es el nacimiento de la Iglesia” dice el presbítero Ballesteros.
Tras la fiesta del Espíritu Santo, se vive el tiempo ordinario, son aproximadamente treinta domingos, durante los cuales, las lecturas nos van contando milagros, mensajes, parábolas, historias, de lo que Nuestro Señor va haciendo. La Iglesia lo va enseñando en tres ciclos diferentes A, B o C, según los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas respectivamente. Ahora estamos terminando el ciclo A.
Así se llega al cierre del año, cuando todo lo repasado en las Sagradas Escrituras nos lleva a proclamar la grandeza de Jesucristo, Rey del Universo, quien manifiesta su poder en el servicio y la entrega plena al bien de los hermanos. Porque el reinado de Cristo no es de este mundo. El reinado de Cristo es el que busca y halla la fe y la caridad, y el que anhelamos cuando recitamos en el Padre Nuestro: Venga a nosotros tu reino.
Ana Leticia Zambrano