El Domingo de la Palabra de Dios fue instituido por el Papa Francisco en el año 2019, en la carta apostólica “Aperuit Illis” como una forma de tomar conciencia y de profundizar en la necesidad que los cristianos tenemos de vivir un contacto intenso con la Sagrada Escritura que reconocemos como palabra divinamente inspirada, es decir, Palabra de Dios.
El texto suscrito por el Santo Padre en forma motu proprio señala que la intención es que este día “esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios”. Para el 2024, el Magisterio ha propuesto como lema el pasaje del evangelio de San Juan “permaneced en mi palabra” (8, 31).
Sobre esta intención de la Iglesia Universal, el sacerdote dominico Ángel Gabriel Villasmil Bermúdez, administrador parroquial de la iglesia Santo Domingo de Guzmán de San Cristóbal (El Ángel) y docente del Seminario Mayor Santo Tomas de Aquino, ratifica la importancia de conocer la Palabra para conocer a Dios, pues ella es el medio por el cual los cristianos iniciamos la comunión, el encuentro y la unión con el Creador.
“La Palabra tiene que resonar en el corazón de cada creyente, porque es un lugar de encuentro con Dios y esto es muy importante destacar porque nos permite descubrir el carácter mediador de la Sagrada Escritura. Es una mediación para el encuentro con Dios”, señala el religioso.
Continúa explicando que la invitación que se hace en este domingo, es dedicar un día en toda la Iglesia para que tomemos conciencia de que no se puede ser cristiano y no es posible vivir una vida de fe sin un contacto vital con la Palabra de Dios.
En la fe
El padre Villasmil sostiene que ese acercamiento a la Sagrada Escritura debe ser eclesial y eclesiástico, recordando que la interpretación de la Sagrada Escritura ha sido confiada al Magisterio, es decir al Papa y a los Obispos.
“Para que sea fecunda, la lectura tiene que ser eclesial, es decir, en la Iglesia, y bajo la dirección de la Iglesia. Eclesiástica porque es la Iglesia, jerárquica, docente, la que ha refrendado esos libros, y eclesial porque son libros para toda la Iglesia”.
Al presentar esta orientación sobre cómo se debe hacer la lectura de la Palabra, el sacerdote argumenta que esta es la forma de evitar errores o de caer en prácticas que podrían ser un tanto supersticiosas, como la de tomar la biblia y abrir un texto al azar, para “buscar una respuesta”.
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Explica que en el siglo XVI con la reforma protestante, cuando Martín Lutero se separó de la Iglesia, una de sus tesis más virulentas fue la “sola escritura”. Eso fue lo que se conoció como el libre examen, o que cada quien pueda interpretar un texto de la Biblia según su propia inspiración.
“Para los cristianos católicos, esto no es posible, pues, el Magisterio de la Iglesia, es decir, el Papa y los Obispos, como garantes del depósito de la fe, son los que tienen la potestad ordinaria de interpretar la Sagrada Escritura” expone Villasmil.
Añade que esa actitud de Lutero originó dentro de la Iglesia una especie de suspicacia de cara al texto de la Sagrada Escritura y por ello comenzaron a editarse los catecismos como compendio de la doctrina y de la verdad católica, por lo que la Sagrada Escritura se limitó a la eucaristía y al oficio divino, pero el pueblo sencillo no tenía un contacto directo con ella.
Acota que en este tiempo, el contacto con la Palabra de Dios, se dio a través de los vitrales de las grandes catedrales que representaban escenas de los pasajes bíblicos y esa era la forma en que la gente sencilla tenía contacto con la Palabra de Dios.
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Señala que el giro se dio en la celebración del Concilio Vaticano II (1959). “Con la promulgación de la constitución dogmática Dei Verbum sobre la Divina Revelación, la Iglesia toma conciencia de que hay que devolverle la Sagrada Escritura al pueblo de Dios, que tenga un contacto vivo, directo y profundo, pero desde el punto de vista eclesial”.
Entonces comenzaron a editarse las biblias, se crearon los círculos bíblicos, grupos de personas de parroquias o colegios se reúnen periódicamente para leer y reflexionar sobre la Palabra.
Encuentro
El Padre Villasmil enseña que el necesario encuentro vital con el verbo divino, se realiza a través de varias formas. El primer contacto es a través de la palabra que se proclama diariamente y de manera especial el domingo. De hecho en el rito de la misa, se contempla que el evangeliario sea llevado en procesión y antes de la proclamación se use el incienso. Esas son manifestaciones exteriores para darle relieve a la Palabra de Dios, especialmente a los pasajes del Evangelio.
Otra forma de acercamiento es la Lectio Divina, un método que se retomó a partir del Concillio Vaticano II. Fue propuesto por el escritor eclesiástico Orígenes (siglo III), popularizada en la edad media por los monjes benedictinos.
Luego, otra expresión del contacto eclesial con la Palabra de Dios es a través de la “Liturgia de las Horas” u “Horas canónicas”. Antes se le decía Oficio Divino o Breviario. Es la oración oficial de la Iglesia y consiste en celebraciones litúrgicas (lectura de la Palabra) que se tienen a lo largo del día: laudes, hora intermedia (tercia, sexta, nona) vísperas y completas.
A partir del Concilio Vaticano II, se estableció que la Liturgia de las Horas es para todo bautizado. Se recomienda a los fieles laicos que celebren las laudes y vísperas. Ya el resto de las horas, es más para el clero, aunque si un laico decide celebrar la liturgia de las horas, lo puede hacer, porque es la oración del pueblo de Dios.
El Padre Villasmil comenta que gracias a la tecnología, estas formas de oración están al alcance de todos los fieles, pues todos los métodos están disponibles en aplicaciones.
A manera de conclusión, recuerda que “la Palabra de Dios es un lugar de encuentro donde es Dios el que habla. Juan insiste en su primera carta: “lo que hemos visto y oído, se lo damos a conocer para que estén en comunión con nosotros”. La Biblia es un signo de la presencia de Dios en medio de nosotros, una palabra que puede ser escuchada, pero también contemplada, porque esa palabra se hizo carne.
Ana Leticia Zambrano