En 1995, el Papa Juan Pablo II dirigió una carta con motivo de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekin. En este documento el Pontífice hace llegar un hermoso agradecimiento a las mujeres del mundo entero, ratificando su dignidad y valor, tal como lo había expresado en Mulieris Dignitatem (1988) en el marco del Año Mariano.
Al cierre de esta epístola, San Juan Pablo concluyó su argumentación señalando que “un bien tan grande como es el de la femineidad, (…) pertenece al patrimonio constitutivo de la humanidad y de la misma Iglesia”, una expresión que reconoce significativamente el rol de la mujer en la institución creada por Jesucristo.
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Es así como el Papa Peregrino ha sido distinguido como “pionero” de los derechos humanos de la mujer, según refirió en 2004 al portal Zenit, la teóloga Jutta Burggraf, coautora del libro “El papel de la mujer en la Iglesia y en el mundo”.
Por ello, en el marco del mes de la mujer, cabe mencionar lo manifestado por San Juan Pablo II en la referida carta y más adelante, presentar la reflexión de Aimet Meza, integrante de la Renovación Carismática Católica, sobre la participación de la mujer en la evangelización.
Dignidad
El mensaje no se circunscribió a agradecer, sino que el Pontífice reconoció que la humanidad arrastra lamentablemente una herencia de condicionamientos que han limitado el camino de la mujer. Si bien expresó que no sería fácil señalar responsabilidades precisas, se disculpó por las acciones y omisiones de la Iglesia al respecto.
Inmediatamente llama la acción, pidiendo a toda la Iglesia que, atendiendo a los principios del evangelio y observando la actitud misma de Cristo, sea partícipe de la liberación de la mujer de toda forma de abuso y de dominio.
“Ciertamente, es la hora de mirar con valentía de la memoria, y reconociendo sinceramente las responsabilidades, la larga historia de la humanidad, a la que las mujeres han contribuido no menos que los hombres, y la mayor parte de las veces en condiciones bastante más adversas”.
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Juan Pablo II distingue que para alcanzar el pleno respeto de la identidad femenina no basta solo la denuncia de las discriminaciones e injusticias, sino resaltar su valor desde el momento mismo de la creación:
“En la creación de la mujer está inscrito, pues, desde el inicio el principio de la ayuda: ayuda mírese bien no unilateral, sino recíproca. La mujer es el complemento del hombre, como el hombre es el complemento de la mujer: mujer y hombre son entre sí complementarios. La femineidad realiza lo «humano» tanto como la masculinidad, pero con una modulación diversa y complementaria”.
Iglesia
San Juan Pablo se refirió a la participación de la mujer en la Iglesia señalando que, si bien Cristo ha confiado solamente a los varones el sacerdocio ministerial, esto no minimiza en nada el papel de la mujer y recuerda que todos los bautizados estamos dotados de la dignidad propia del sacerdocio común.
Refiere amorosamente que el rol de la mujer en la Iglesia es visible a partir de la primera discípula, la Santísima Virgen María:
“Por su obediencia a la palabra de Dios Ella ha acogido su vocación privilegiada, nada fácil, de esposa y de madre en la familia de Nazaret. Poniéndose al servicio de Dios, ha estado también al servicio de los hombres: un servicio de amor. Precisamente este servicio le ha permitido realizar en su vida la experiencia de un misterioso, pero auténtico «reinar»”. Un reinado que se expresa en servicio.
Así, el Pontífice cerró el documento implorando a María, que vele sobre las mujeres y sobre su misión al servicio de la humanidad, de la paz y de la extensión del Reino de Dios.
Evangelización
Aimet Meza, integrante de la Renovación Carismática Católica, señala que la mujer desempeña un papel importante en la Iglesia, porque en su rol de madre, de maestra, es la primera transmisora de la fe y de los valores.
“Una madre que desde el momento del nacimiento de su hijo (varón o mujer) pueda formarlo con rectitud, va a lograr personas buenas para la sociedad y buenos ciudadanos. La mujer tiene la capacidad de dar una fuerza emprendedora a toda la obra de Dios”.
Meza puntualiza cómo en la Palabra de Dios, se refleja la importancia y la participación de la mujer en la obra de Dios, una misión de discípula evangelizadora.
“En el en el antiguo testamento una mujer llevó adelante una misión profética y en el nuevo testamento una misión evangelizadora. El corazón de la mujer siempre va a estar dispuesto a llevar la Buena Nueva”.
Ana Leticia Zambrano