“Toda esta responsabilidad en el campo de Dios nos debe desafiar a tener el corazón y la mente abierta, a evitar el miedo que encierra y a vencer la tendencia a aislarnos: el diálogo fraterno entre ustedes, así como el compartir los dones y la colaboración entre las Iglesias particulares del Océano Índico, sea un camino esperanzador”, lo dijo el Papa Francisco en su discurso a los Obispos de Madagascar, este 7 de septiembre, durante el Encuentro que sostuvo en la Catedral de la “Inmaculada Concepción” de Andohalo, en el marco de su 31° Viaje Apostólico a África.
Una tierra de muchas contradicciones
En su discurso, el Santo Padre resaltó la difícil tarea que los Pastores de estas tierras tienen que afrontar en medio de muchas contradicciones. “Una tierra rica y mucha pobreza; una cultura y una sabiduría heredada de los antepasados que nos hacen valorar la vida y la dignidad de la persona humana – señaló el Pontífice – pero también la constatación de la desigualdad y la corrupción”. En este sentido, comentando el lema elegido para esta visita, el Obispo de Roma dijo que, somos sembradores, y el que siembra lo hace con esperanza, esfuerzo y entrega personal, pero sabiendo que hay infinidad de factores que deben concurrir para que lo sembrado germine, crezca, se convierta en espiga y finalmente en trigo abundante.
“El sembrador cansado y preocupado no baja los brazos, no abandona y menos aún quema su campo cuando algo se malogra. Sabe esperar, confía, asume las contrariedades de su siembra, pero jamás deja de amar aquel campo encomendado a su cuidado; incluso si viene la tentación, tampoco escapa encomendándoselo a otro”
Velar por el desarrollo integral
El Papa Francisco utilizando la imagen del sembrador para referirse a los Obispos dijo que, ellos están llamados a esparcir las semillas de la fe y la esperanza en esta tierra. Para eso es necesario que desarrollemos ese “olfato” que nos permita conocerla mejor y descubrir también lo que dificulta, obstruya o dañe lo sembrado. “Por eso, ‘los Pastores, acogiendo los aportes de las distintas ciencias, tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano’… Por consiguiente – concluyó el Pontífice – nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos”.
Iglesia y Estado, un desafío permanente
Por ello, el Santo Padre animó a los Pastores a no permanecer indiferentes ante los desafíos que enfrentan sus conciudadanos de todas las categorías sociales, independientemente de sus denominaciones religiosas. “La dimensión profética relacionada con la misión de la Iglesia requiere, en todas partes y siempre, un discernimiento que no suele ser fácil. En este sentido – precisó el Papa – la colaboración madura e independiente entre la Iglesia y el Estado es un desafío permanente, porque el peligro de una connivencia nunca está muy lejos, especialmente si nos lleva a perder la mordedura evangélica”. Esto implica educación, acceso al cuidado de la salud y especialmente trabajo, porque en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida. El salario justo permite el acceso adecuado a los demás bienes que están destinados al uso común.
“El signo distintivo de ese discernimiento, será que el anuncio del Evangelio incluye de suyo la preocupación por toda forma de pobreza: no sólo asegurar a todos un decoroso sustento, sino también para que tengan prosperidad sin exceptuar bien alguno”
La defensa de la persona humana
Otra dimensión del compromiso como Pastores señaló el Papa Francisco a los Obispos de Madagascar, es la defensa de la persona humana. Para ser pastores según el corazón de Dios, debemos ser nosotros los primeros en la opción por proclamar el Evangelio a los pobres: Hoy y siempre, “los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio”, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. “Un pastor, que siembra, evita controlarlo todo, da espacio para las iniciativas, deja crecer en distintos tiempos y no estandariza; no exige más de la cuenta, no menosprecia resultados aparentemente más pobres. También esta fidelidad al Evangelio nos hace pastores cercanos al pueblo de Dios, comenzando por nuestros hermanos sacerdotes —que son nuestro prójimo más prójimo— que deben recibir un cuidado especial de nuestra parte”.
“Es la paternidad espiritual que impulsa al obispo a no dejar huérfanos a sus presbíteros, y que se puede “palpar” no sólo en la capacidad que tengamos de abrir las puertas a todos los sacerdotes, sino también en nuestra capacidad de ir a buscarlos para acompañarlos cuando estén pasando por un momento de dificultad”
El Obispo, un padre siempre disponible
En las alegrías y las dificultades inherentes al ministerio, los sacerdotes deben encontrar en ustedes padres siempre disponibles que saben cómo alentar y apoyar, que saben apreciar los esfuerzos y acompañar los pasos posibles. El Concilio Vaticano II hizo una observación especial sobre este punto: «[Los obispos] han de acoger siempre con amor especial a sus sacerdotes. Estos, en efecto, participan de sus funciones y tareas y las realizan con afán en el trabajo de cada día. Por tanto, los obispos, considerándolos sus hijos y sus amigos, dispuestos a escucharlos y a tratarlos con confianza, han de dedicarse a impulsar la pastoral conjunta de toda la diócesis».
Atención a las vocaciones a la vida consagrada
Asimismo, el Santo Padre recordó a los Pastores que, es un deber urgente el acompañamiento y discernimiento, especialmente con respecto a las vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio, y que es fundamental para asegurar la autenticidad de estas vocaciones. La mies es abundante, y el Señor —que no quiere más que auténticos obreros— no se deja encasillar en los modos de llamar, de incitar a la respuesta generosa de la propia vida. La formación de candidatos para el sacerdocio y la vida consagrada está precisamente destinada a asegurar una maduración y purificación de las intenciones.
“La llamada fundamental sin la cual las otras no tienen razón de ser, es la llamada a la santidad y que esta santidad es la cara más bella de la Iglesia”
Laicos sal de la tierra y luz del mundo
En este sentido, este esfuerzo también tiene que abarcar el amplio mundo laical afirmó el Santo Padre; también los laicos son enviados a la mies, son convocados a tomar parte en la pesca, a arriesgar sus redes y su tiempo en «su múltiple apostolado tanto en la Iglesia como en el mundo». Con toda su extensión, problemática y transformación, el mundo constituye el ámbito específico de apostolado donde están llamados a comprometerse con generosidad y responsabilidad, llevando el fermento del Evangelio. “Por eso – alentó el Papa – deseo dar la bienvenida a todas las iniciativas que en cuanto pastores tomen para la formación de los laicos y no dejarlos solos en la misión de ser sal de la tierra y luz del mundo, para contribuir a una transformación de la sociedad y la Iglesia en Madagascar”.
“La similitud de desafíos pastorales, como la protección del medio ambiente en un espíritu cristiano o el problema de la inmigración, exigen reflexiones comunes y una sinergia de acciones a gran escala para un planteamiento eficaz”
Sembradores de paz y esperanza
Finalmente, antes de concluir su discurso, el Papa Francisco envió sus saludos a los sacerdotes, religiosos y religiosos que están enfermos o muy afectados por la vejez; les ruego que les muestren no sólo mi afecto y la seguridad de mis oraciones, sino también que los cuiden con ternura, sosteniéndolos en esa hermosa misión de la intercesión. “Dos mujeres custodian esta Catedral: en la capilla de al lado descansan los restos de la beata Victoria Rasoamanarivo, que supo hacer el bien, custodiar y extender la fe en tiempos difíciles; y la imagen de la Virgen María que con sus brazos abiertos hacia el valle y las colinas, parece abrazarlo todo. A ellas le pedimos que ensanchen siempre nuestro corazón, que nos enseñen la compasión de las entrañas maternas que la mujer y Dios sienten ante los olvidados de la tierra y nos ayuden a sembrar paz y esperanza”. (Vatican News)