Tras cumplirse la lectura de las Letras Apostólicas en las que el Santo Padre designa a monseñor Lisandro Rivas Durán como VI Obispo de San Cristóbal y recibir de manos del obispo emérito monseñor Mario Moronta, el báculo (el mismo que usó el primer obispo diocesano), Monseñor Rivas fue saludado por el Colegio de Consultores, los obispos, presbíteros y diáconos. Luego de ello, se entonó el canto de Gloria y prosiguió la lectura de la Palabra de Dios.
Monseñor Lisandro Rivas inició la homilía manifestando su convicción de que su presencia y misión en el Táchira es producto de la voluntad divina, por lo que la recibe con obediencia, amor y plena confianza en el Señor.
«Estoy seguro de que mi designación como obispo de San Cristóbal es obra del Espíritu Santo. (…) con el corazón colmado de alegría y gozo en el Señor, asumo la misión de llevarla la Iglesia local a puerto seguro (…) quiero ser un padre, un pastor y servidor de las almas, que acoge a los necesitados, a los pecadores. Un padre que busca sus ovejas y hace que retornen a casa”.
Manifestó que las realidades y sufrimientos palpados durante su episcopado en Caracas han sido una gran Escuela para él. “Agradezco al episcopado, a los presbíteros, a los religiosos y consagrados porque de ellos he podido aprender a ser un pastor con olor a oveja».
Señaló que un obispo, está llamado a dar la vida por las ovejas, buscando conducirlas a Jesús. “Por lo tanto, entrego mi ser y quehacer como pastor para velar por el bien de mis ovejas, acompañar y continuar el camino de esta diócesis que alcanza ya 102 años. Sigo el legado de mis predecesores. Sé que el camino se ha fortalecido y está guiado por el proyecto pastoral y fundamentado en los tres sínodos diocesanos”.
Como misionero, ratificó su voluntad de cuidar de las personas con espiritualidad samaritana, especialmente de sus hijos más necesitados y señaló que esta misión la comparten los presbíteros, diáconos, los religiosos, los consagrados y laicos comprometidos quienes reflejan el amor de Dios, viviendo la caridad, sirviendo a través de sus carismas, impulsando a responder la llamada de Dios a la Iglesia.
Misioneros de la vida
Se refirió al compromiso de la diócesis de San Cristóbal con el Vicariato Apostólico del Caroní: “Hoy nuestra vida de iglesia se renueva y extiende su mano hasta el vicariato del Caroní, expresión de nuestra responsabilidad misionera”.
Se refirió también a la labor formadora, expresando su voluntad de fortalecer la formación en el seminario, la catequesis y los colegios, todo en el ánimo de seguir siendo una Iglesia de puertas abiertas.
“Queridos hermanos, ahora soy su obispo. Pongo mi vida al servicio de las almas, en especial los más pobres, los migrantes, los que tocan las puertas de la Iglesia para ser consolados. Nuestra gloria está en la palabra de Dios y en hacer del mandamiento del amor nuestra carta de identidad. Al amparo del Santo Cristo y de Nuestra Señora de la Consolación, les pido que oren por mí y por sus sacerdotes”, puntualizó monseñor Lisandro Rivas.
Ana Leticia Zambrano