Santa Zita nació en el seno de una familia muy pobre pero devota y llena de convicción, respeto, adoración y amor a Dios. Desde muy joven trabajó como sirvienta en casas de familias adineradas, con ello apoyaba la exigua economía de su casa la cual se tambaleaba ante la crisis que siempre fue una sombra llena de penurias.
Su trabajo siempre le acarreó problemas los cuales sobrellevaba afincándose y protegiéndose a través de su fe infinita. Cada contrariedad la disipaba con la ayuda de constante oración y con el bien mayor de los seres humanos, el apoyo y la atención, sin pedir nada a cambio al prójimo, pese a que siempre fue atacada, maltratada por su condición de humildad y pobreza, el amor por Nuestro Señor siempre prevaleció, lo que ayudó a construir una fortaleza espiritual que la acompañó durante toda su vida.
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“A los doce años, Zita empezó a trabajar como ama de llaves en la casa de un rico tejedor de Lucca, Italia, a ocho millas de su hogar en Monte Sagrati (…) permaneció con esa familia durante los últimos cuarenta y ocho años de su vida. Encontraba tiempo cada día para asistir a misa y recitar muchas oraciones, así como para realizar sus tareas domésticas con tanta perfección que los demás sirvientes la envidiaban”.
Su compromiso era tal que por encima de sus privaciones siempre entregaba todo en el bienestar de otros, esto le trajo problemas con sus patrones y en una ocasión cuando salió en ayuda de un enfermo se ausentó de sus responsabilidades en la cocina. Sus compañeros, ajenos a la divinidad de la santa, acusaron de su desaparición con la señora de la casa, quien aturdida por el comentario se dirigió a la cocina con la intención de cerciorarse de la falta grave.
“Cuando la mujer llegó a la cocina encontró que todo estaba impecablemente limpio y aseado. Una voz empezó a correr por todo el pueblo: el portento de la cocina había sido obra de los ángeles, quienes lo habrían llevado a cabo para proteger a Zita. La dueña de la casa, sorprendida por el acontecimiento, le concedió desde aquel momento la libertad de servir a los pobres”.
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Al igual que estas demostraciones existieron infinidad. La bondad de Santa Zita fue reconocida y se consolidó y extendió cuando a los 60 años se fue al encuentro de Dios, el 27 de abril de 1278. De inmediato toda Italia e Inglaterra conocieron su santidad y entrega.
Su cuerpo se venera en la capilla de Santa Zita de la Iglesia de San Fredaino, en Lucca, Italia. Fue canonizada por S.S. León X el 5 de septiembre de 1696.
Oración
Oh Santa Zita,
que en el trabajo doméstico
fuiste solícita,
pues eras como Marta,
cuando sirvió a Jesús en Betania,
y generosa como María Magdalena,
a los pies del mismo Jesús,
ayúdame a tener paciencia,
y hacer todos los sacrificios
que me imponen los trabajos domésticos.
Oh Dios, recibe mi trabajo,
mi fatiga y mis tribulaciones,
y por la intercesión de Santa Zita,
dame las fuerzas necesarias
para satisfacer siempre con mis deberes
al que me necesita,
y merecer el reconocimiento
de aquellos que sirvo
junto a la recompensa en el cielo,
Santa Zita intercede por mí.
Amen.
Carlos A. Ramírez B.