«No se olviden de rezar por mí», concluía sistemáticamente el Papa Francisco sus homilías, discursos y alocuciones. Siete días antes del inicio del cónclave, en vísperas del 1 de mayo y del comienzo del mes mariano, el Colegio Cardenalicio pidió al pueblo de Dios que rezara por él.
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Según San Pablo, los cardenales, que aseguran la continuidad de la Sede Apostólica durante este periodo de vacante, califican la oración de los fieles de «verdadera fuerza» capaz de «promover la unidad de todos los miembros en el único cuerpo de Cristo». En este contexto, conversamos con el dominico Sylvain Detoc, especialista en teología del rosario, que enseña en el Instituto Católico de Toulouse y es autor de numerosos libros, entre ellos «La gloire des bons à rien. Guide spirituel pour accueillir l’imperfection» (Una guía espiritual para acoger la imperfección), publicado por la Librería Editorial Vaticana (LEV).

¿Cómo puede la oración coral de todos los fieles favorecer la unidad de la Iglesia, tan crucial en este momento?
La unidad encuentra su principio en el Espíritu Santo que anima a la Iglesia. Sin el Espíritu Santo en la Iglesia, seríamos una especie de ONG. El Papa Francisco ha insistido mucho en esto. En el mejor de los casos, una ONG que hace el bien; en el peor, una ONG que no hace ningún bien. Pero sólo sería eso, una especie de techo de cristal que no logramos traspasar. El Espíritu Santo nos lleva al mundo de arriba, al mundo del Señor, al mundo de Dios. Él es quien da unidad a la Iglesia. Y cuando rezamos, nos preparamos para acoger esta unidad.
Si afrontamos el acontecimiento de la elección de un nuevo Sucesor de Pedro con una actitud mundana, es decir, con una actitud demasiado humana de comentario y de cháchara, corremos el riesgo de perdernos la dimensión sobrenatural de lo que este acontecimiento nos invita a acoger en la fe.

En la reunión del miércoles 30 de abril de 2025 por la mañana, han abordado la realidad financiera de la Santa Sede y diversos temas para orientar su discernimiento.
El Espíritu Santo es el director de orquesta, que nos pone en sintonía unos con otros y nos une en esta oración unánime. Pienso en los apóstoles en el Cenáculo, que oraban en esta unidad de corazón para acoger la obra del Espíritu Santo por ellos, en ellos y a través de ellos.

Hoy, en Roma, los sucesores de los apóstoles están reunidos y se preparan para participar en este proceso. No se trata sólo de una cuestión puramente humana de elegir a un líder. Se trata de la apertura del corazón a una obra que nos supera, que viene de lo alto, de más allá de nosotros. ¿Acogemos esta obra sobrenatural, estamos dispuestos a dejar que suceda?
Vía Vatican News