La misericordia de Dios se ha manifestado en la patria venezolana de diversas formas. Una de ellas, es sin duda el privilegio de contar con el testigo de la presencia de la Santísima Virgen María, madre de Jesucristo y madre nuestra, en la advocación de Nuestra Señora de Coromoto patrona de Venezuela, cuya reliquia constituye, junto con la tilma de la manifestación de Guadalupe, las únicas apariciones marianas que han dejado lo que se llama “imágenes vivas” o mariofanías.
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La imagen de Nuestra Señora de Coromoto reposa en la Basílica Menor Santuario Nacional de Nuestra Señora de Coromoto, construida en el lugar de su segunda aparición en la ciudad de Guanare, estado Portuguesa, mide 2,5 centímetros de alto por 2 centímetros de ancho. En ella se observa a María sentada con el Niño Jesús en su regazo. En el año 2009, con aprobación de la Conferencia Episcopal Venezolana se realizó un tratamiento de conservación de la reliquia, un procedimiento en el cual “la Providencia Divina nos sorprendió con intervenciones y manifestaciones sobrenaturales”, tal como quedó registrado en el informe.
Aparición de Nuestra Señora de Coromoto
En el año 1651, en caique de la tribu de los Cospes, llamado Coromoto, iba de camino hacía uno de sus sembradíos. En una quebrada se le apareció la Santísima Virgen con el niño Jesús y le pidió que fuera donde los blancos para que los bautizaran y así pudieran ir al cielo.

El Cacique quedó conmovido por las palabras de la “Bella Señora”, y se dispuso hacer lo que le pedía. Pasaba por allí el español Juan Sánchez, un hombre piadoso, quien le ofreció llevar a la tribu para enseñarles la fe y bautizarlos. Se establecieron en la zona de confluencia de los ríos Tucupido y Guanaguanare.
Con el pasar de los meses, el cacique Coromoto comenzó a extrañar la vida de las montañas y quiso regresar al bosque. Fue entonces cuando el 8 de septiembre, la Santísima Virgen se le apareció de nuevo en el bohío donde se encontraba con su mujer, su cuñada y el hijo de ella. Todos la vieron.

El Cacique, lleno de rabia quiso abalanzarse sobre ella, pero al extender su mano la Virgen desapareció, dejando en su puño cerrado una pequeña estampa de su figura. Coromoto la envolvió en una hoja de plátano, con la intención de quemarla.
El sobrino del Cacique, vio lo ocurrido, fue a la casa de Juan Sánchez y le habló de la estampa. Rápidamente lograron preservar la reliquia.
Coromoto partió del asentamiento para regresar al bosque. En el camino fue mordido por una serpiente. Los indios que le acompañaban intentaron llevarlo de regreso. Moribundo, Coromoto comenzó a pedir que le bautizaran. Un viajero que pasaba por el camino le administró el sacramento, luego de lo cual, Coromoto pidió a sus compañeros que regresaran al asentamiento y aceptaran la fe.
Juan Sánchez y su esposa conservaron la reliquia de Nuestra Señora, siendo testigos de hechos prodigiosos vinculados a la imagen sagrada. En 1654, el Vicario Presbítero Don Diego de Lozano, en procesión solemne trasladó la imagen a la iglesia de Guanare. Para ese entonces ya la llamaban Virgen de Coromoto.

La devoción por Nuestra Señora se propagó y los milagros continuaron. La historia narra que el hallazgo del lugar exacto de la aparición fue un hecho explicable solo a la luz de la fe. Allí se encuentra hoy el Santuario Nacional Basílica Menor de Nuestra Señora de Coromoto, que fue inaugurado por San Juan Pablo II el 10 de febrero de 1996. Su fiesta patronal se celebra en 11 de septiembre.
“Nuestra Señora de Coromoto, Patrona de Venezuela, renueva la Fe, en toda la extensión de nuestra Patria”. Amén.