En Polonia, el país natal de San Juan Pablo II, se venera a María Santísima como Nuestra Señora de Czestochowa, representada en una imagen de al menos 600 años de antigüedad que se encuentra en el monasterio de Jasna Góra, regentado por los Padres Paulinos.
El ícono muestra a María sosteniendo al Niño Jesús. Su rostro se ve oscuro, por eso la han descrito también como la Virgen Negra. Tiene dos marcas en la mejilla ocasionadas en un intento por destruir la imagen. Aunque varias veces han intentado restaurarlo, las cicatrices vuelven a aparecer.
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La historia de la imagen narra el desplazamiento de la imagen, posiblemente desde Constantinopla, resguardada por fieles en medio de ataques y persecuciones, hasta llegar a Polonia. Con el paso del tiempo, se refieren acontecimientos prodigiosos al invocar la protección de María Santísima en esta advocación.
Uno de estos hechos prodigiosos es el llamado Milagro de Vístula, el 14 de septiembre de 1920. El portal de noticias Catholic.net, en la publicación titulada “Madre de Dios de Czestochowa” refiere “cuando el ejército ruso se estableció en el Río Vístula y se preparaba para invadir la ciudad de Varsovia, el pueblo recurrió a la Virgen María. Al día siguiente, fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, el ejército ruso se retiró después que la imagen de la Virgen apareció en una nube sobre la ciudad”.

La imagen se convirtió en un importante centro de peregrinación y devoción. Muchos fieles acuden a Czestochowa para rendir homenaje a la Virgen y pedir sus intercesiones.
En 1711, el Papa Clemente XI declaró a Nuestra Señora de Czestochowa Patrona de Polonia. Su fiesta se celebra el 26 de agosto. La devoción hacia ella no ha dejado de crecer. La imagen de Nuestra Señora representa la fe, la esperanza y la protección de la Virgen María sobre su pueblo.
San Juan Pablo II
Durante su pontificado, el Papa Juan Pablo II realizó varias visitas al monasterio de Jasna Góra en Czestochowa. En cada ocasión, dedicaba un tiempo especial de oración ante la imagen de la Virgen, reconociendo su rol como consoladora y guía en la vida de los fieles.

En diversas ocasiones, el Pontífice consagró su pontificado y la Iglesia a la Santísima Virgen María, especialmente bajo la advocación de Nuestra Señora de Czestochowa. También promovió el rezo del Rosario y otras devociones marianas como una forma de acercarse a Dios a través de María.