Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, quien sería posteriormente San Antonio de Padua, nació en Lisboa, Portugal, en 1195. Hijo de una familia acaudalada que presagiaba un futuro como un distinguido hombre de sociedad, sin embargo, las aspiraciones del santo se resumían en ser pobre por el amor a Cristo.
Por su convicción antagónica a la de su familia se unió a la orden franciscana para tomar el nombre de Antonio en honor a San Antonio de Egipto. Con la esperanza puesta en predicar, que era uno de sus mayores fuertes, viajó por distintos pueblos de Italia y Francia donde convertía a pecadores en seguidores de la palabra de Dios, una virtud que se generaba a partir de su acción ejemplarizante.
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“Cuentan que mientras oraba en su habitación se le apareció Jesús, le puso las manos al cuello y lo besó. Antonio recibió esta gracia extraordinaria por lo que mantuvo su alma limpia incluso del más mínimo pecado reconfortando su espíritu con el amor extraordinario a Jesús”.
En un ínterin de sus viajes el santo enfermó y fue obligado a regresar a su terruño, sin embargo, el Señor le tendría preparado otra acción por cumplir, el barco en que viajaba se desvió del camino a Portugal y se instaló en Sicilia, su enfermedad le limitaba para seguir con su trabajo de misionero, pero continúo su labor enseñando teología en Bolonia, Italia, y en Montpellier, Toulouse y Le Puy-en-Velay en el sur de Francia.
“En la fiesta de Pentecostés de 1221 Antonio participó junto con unos 3000 frailes del Capítulo general de Asís, el más multitudinario de los llamados Capítulos de las esteras, nombre que recibió en razón de que muchos de los frailes ahí reunidos tuvieron que dormir en esteras. Allí vio y escuchó en persona a San Francisco. Una vez concluida la reunión, Antonio solicitó a fray Graziano, provincial de Romaña, que lo tomara consigo para que le impartiera los primeros rudimentos de la fe espiritual”.
Su salud no mejoró y después de la Pascua de 1231, junto a dos frailes se retiraron a la localidad de Camposampiero, para descansar y orar, viviendo en una especie de celda construida con sus propias manos. Luego de esa estadía decidió regresar a Padua y en las cercanías tuvo que detenerse en el convento de las clarisas pobres en Arcella, donde partió al encuentro del Señor 13 de junio de 1231, a la edad de 36 años.
“La celebración de las multitudinarias exequias y la multiplicidad de milagros que se le atribuyeron promovieron su rapidísima canonización, bajo el pontificado de Gregorio IX. De hecho, es el segundo santo más rápidamente canonizado por la Iglesia católica: 352 días después de su fallecimiento, el 30 de mayo de 1232”.
Oración
Oh bendito San Antonio, él más gentil de todos los santos, tu amor por Dios y tu caridad por sus criaturas te hicieron merecedor, cuando estabas aquí en la tierra, de poseer poderes milagrosos.
Los milagros esperaban tu palabra, que tú estabas siempre dispuesto a hablar por aquellos con problemas o ansiedades.
Animado por este pensamiento, te imploro obtengas para mí… (menciona tu petición).
La respuesta a mi rezo puede que requiera un milagro, pero aun así tú eres el santo de los milagros.
Amén
Carlos A. Ramírez B.