Una finanza global al servicio de la persona y de la Creación, que contribuya a reducir las desigualdades, favorezca el crecimiento de todos y no penalice a los más pobres en detrimento de los beneficios. Por ello es necesario reestructurar, sin más dilación, la arquitectura financiera internacional.
Estas son las conclusiones a las que ha llegado la Comisión del Jubileo, creada en febrero de 2025 por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales (PASS) y la Iniciativa para el Diálogo Político (IDP) de la Universidad de Columbia, con el fin de proponer soluciones para combatir la crisis de la deuda y el desarrollo que afecta a decenas de países en todo el mundo.
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El organismo, compuesto por más de 30 economistas y académicos de nivel internacional, nombrados por el Papa Francisco y dirigidos en estos meses por Joseph Stiglitz, premio Nobel y profesor de Columbia, y por el exministro de Economía argentino y profesor de la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de Columbia, Martín Guzmán, ha presentado hoy en la Casina Pio IV del Vaticano «El Informe Jubilar: un programa para abordar las crisis de la deuda y el desarrollo y sentar las bases financieras para una economía global sostenible y centrada en las personas».
El mensaje firmado por el cardenal secretario de Estado
El secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, envió un mensaje de apoyo al trabajo de la Comisión «en nombre del Pontífice». A raíz de la petición de Francisco de reducir, si no cancelar, la deuda (Mensaje para la LVIII Jornada Mundial de la Paz 2025), el cardenal Parolin animó a presentar las recomendaciones a las que llegaron los expertos en un «espíritu de solidaridad fraterna, subrayando y reforzando los lazos que unen a acreedores y deudores en un destino compartido». En el mensaje se expresa además el deseo de que los esfuerzos de la Comisión contribuyan a «opciones innovadoras capaces de ofrecer beneficios mutuos», logrando «un amplio apoyo por parte de la comunidad internacional».
La crisis de la deuda asfixia a los países pobres
Los expertos han destacado que la crisis de la deuda en los países en desarrollo (PVD) está aumentando, lo que asfixia cualquier posibilidad de crecimiento. Algunos datos significativos lo confirman: «Tras la crisis financiera de 2008, los gestores de capital privado que buscaban altos rendimientos fuera de Estados Unidos proporcionaron financiación a corto plazo con tipos de interés elevados a los países en desarrollo», lo que, por lo tanto, «no favoreció un desarrollo estable, sino que provocó un aumento de la deuda de muchos gobiernos del sur del mundo». En 2023, los países en desarrollo gastaron 1,4 billones de dólares solo en el servicio de la deuda, una «cifra récord», según el Banco Mundial, que «asciende a casi el 4 % de su renta nacional bruta».
Las repercusiones en la economía mundial
Los indicadores de la UNCTAD muestran que «más de 54 países gastan más del 10 % de sus ingresos fiscales en el pago de los intereses de su deuda; 3300 millones de personas viven en países en los que el gasto en el servicio de la deuda es mayor que el gasto en sanidad, mientras que 2100 millones de personas viven en países en los que el gasto en el servicio de la deuda es mayor que el gasto en educación». Un sistema que no puede funcionar así, subrayan los expertos reunidos en la Casina. También porque, en un sistema que ya estaba en dificultades, «la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania» han provocado «una enorme conmoción en la economía mundial y las consiguientes políticas monetarias adoptadas por las naciones más desarrolladas, entre ellas los altos tipos de interés, han agravado la situación de endeudamiento de muchos países en desarrollo».
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