Son muchas y llenas de significado las imágenes que nos han dejado estos primeros dos meses del pontificado de León XIV. Algunas permanecerán en la memoria colectiva durante mucho tiempo, como las lágrimas contenidas en la Logia central de la Basílica petrina al ver a la gente festiva en la Plaza de San Pedro este martes, en su primer Urbi et Orbi tras la elección.
Pero hay una, mucho menos conocida, que con naturalidad lleva consigo un mensaje y una visión para el futuro. Es aquella en la que el Papa León está sentado con las piernas cruzadas junto a una niña del Centro de verano vaticano que le muestra un dibujo.
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Llaman la atención las sonrisas de ambos: el Papa mira claramente hacia el objetivo de quien está tomando la fotografía. La niña está “encantada” con ese gesto y, por tanto, no mira al fotógrafo, sino que mantiene la mirada sonriente fija en León XIV. ¿Por qué esta imagen es tan importante? Porque con ese simple inclinarse, el Pontífice nos ha mostrado una dirección que debería seguirse por todos y, en particular, por quienes hoy tienen en sus manos el destino del mundo: ponerse a la altura de los niños, mirar el mundo con sus ojos. Cómo cambiarían las cosas de la humanidad si cada uno de nosotros tuviera el valor de agacharse como lo hizo Jesús cuando – retomando a los discípulos que querían alejar a los niños “molestos” –pronunció esa frase inmortal: “Dejad que los niños vengan a mí”.
Hoy, ¿cuánto dejamos que los niños vengan a nosotros? Y, sobre todo, ¿cuánto nosotros vamos hacia ellos? Hacia esos niños arrasados por la guerra, los hambrientos por el egoísmo ajeno, los abusados por mil formas de violencia. La lógica, antes que el sentimiento, exigiría que los adultos protejan a los pequeños. Sin embargo, sucede exactamente lo contrario: en las guerras decididas por los grandes, los primeros en sufrir son precisamente ellos: los pequeños. ¿Qué veríamos si nos inclináramos a la medida de los niños de Gaza, de Járkov, de Goma y de tantos, demasiados lugares conmocionados por conflictos armados? Quizá, si lo hiciéramos, algo cambiaría.
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