En el año 1560 dos padres Agustinos provenientes del Nuevo Reino de Granada llegan al poblado de Táriba, desde San Cristóbal. En su haber llevaban una tabla con la imagen de nuestra Señora de la Consolación.
Los sacerdotes llegaron en la noche por a través del río, sin embargo, se perdió la calma ante una fuerte tempestad evitaba su llegada a la orilla. Por ello, ataron la tabla con la imagen en una caña la elevaron mientras pedían a la madre de Jesús un arribó con tranquilidad y prontitud.
Las súplicas fueron escuchadas y sanos y salvos llegaron a la plaza mayor. Con el paso del tiempo la imagen fue desapareciendo para ser descartada y abandonada en un granero.
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“En el año 1600 en casa del jefe encomendero de Táriba, Alfonso Álvarez de Zamora necesitaba una tabla para cubrir un boquete que tenía la cancha donde jugaban bolas criollas. Pero cuando trataron de romperla golpeándola los sonidos que emitían eran como de un tambor (…) según la leyenda la esposa de Zamora se acercó y les dijo que, en un tiempo, la tabla tenía la imagen de la Virgen y la coloca nuevamente en el granero (…) tres horas después notaron que el granero ardía, pero al entrar vieron que un inmenso resplandor brotaba de la tabla, en la que aparecía muy bien delineada una imagen con vivos colores”.
Al ver esta situación notificaron al Vicario de la Villa, quien constató la aparición de la Virgen de la Consolación y en ese mismo año se construye una ermita para venerar a la virgen convirtiéndose en todo el poblado en un centro de devoción.
Su coronación canónica fue el 17 de febrero de 1699. La fiesta de la Virgen de la Consolación se celebra cada 15 de agosto, con misas, procesiones y actividades religiosas en su honor. Los fieles acuden a la Basílica para venerar la imagen, pedir favores y agradecer por los milagros recibidos.
Carlos A. Ramírez B.