Eduardo Moronta es hermano de monseñor Mario del Valle Moronta Rodríguez, quinto obispo de la Diócesis de San Cristóbal, quien partió al encuentro con el Señor el pasado cuatro de agosto. Luego de los oficios religiosos y el novenario por el eterno descanso de su ser querido, compartió con Diario Católico una reflexión que, a la luz de la fe, representa un faro de esperanza y consuelo.
“Quiero agradecer al pueblo del Táchira ese tsunami de amor que se ha desbordado por todas partes y que ha contagiado… Y reflexionando sobre el tema del amor que lo puede todo, lo soporta todo, lo cambia todo, si yo no me hubiera convertido gracias al testimonio de Mario hace 18 años, me hubiera convertido en estos días, porque de verdad que el amor que ha expresado el pueblo y sus hermanos sacerdotes y obispos, es una expresión de Dios en cada uno de los habitantes del Táchira”, expresó.
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Eduardo Moronta destacó que las muestras de afecto al Obispo Emérito provinieron tanto de personas creyentes como no creyentes, y lo comprende porque afirma que para Dios no hay diferencias. Asegura que el amor transforma y por eso se pregunta ¿cuántos se habrán convertido en estos días?
Al interrogarle sobre su conversión, narró que estuvo alejado de la Iglesia durante 30 años. “Me fui por el marxismo puro, no el marxismo mal practicado. Era más filosófico que otra cosa y yo perseguía a la Iglesia y tenía a mi mamá y a mi papá contra la pared, me escondían cosas de Mario para que yo no peleara con él”
Continuó: “Y bueno, afortunadamente, Mario en algún momento me llamó a dictar algunas charlas sobre filosofía marxista para que los seminaristas supieran de qué se trataba esta corriente y no hablaran sin saber. Entonces el Espíritu Santo hizo su obra (…) y gracias a la ayuda que recibí de Fray Fernando Ruiz, mercedario, de los Franciscanos, regresé a la Iglesia en el año 2008, después de 30 años. El amor transforma, el amor es lo más grande del mundo”.

¿Cuál es el legado de Monseñor Mario?
Lo tiene en su lema: Servidor y Testigo. Todo cristiano tiene que ser servidor. El que no vive para servir, no sirve para vivir. Y ser testigo, testimonio de la palabra de Cristo. ¿Quién es amigo de Cristo? El que escucha y practica lo que Él dice y para ser amigo, hay que amar.
Si bien la fe anima a alegrarse por el encuentro de Monseñor Mario con Jesús Resucitado, es humano sentir nostalgia por la separación de quien supo ser un padre y pastor, especialmente dando ejemplo de entrega y de cercanía, aquel que llegó como peregrino y se hizo gocho con tal convicción que dispuso su morada final en esta tierra y su corazón al centro de la devoción cristiana del Táchira, el Santo Cristo de La Grita. Su hermano Eduardo, conmovido, invita a perseverar en la fe.
“El amor es tan grande que alivia la nostalgia, el amor es como un bálsamo y eso es lo que ha pasado, gracias a ese amor de este pueblo bendito del Táchira y de Venezuela, porque él pasó por Los Teques, Caracas, estuvo encargado de los barrios de Petare… Y el amor alivia. No nos preocupemos porque Mario se fue, porque con seguridad tenemos un santo que está arriba, intercediendo por cada uno de nosotros”.
Ana Leticia Zambrano