El Papa regresa a la Basílica de San Juan de Letrán, «Su Catedral», para la Asamblea Diocesana, esta tarde, 19 de septiembre, y, como Obispo de Roma, se deja abrazar por su pueblo. En la meditación que ofrece a los fieles ,en el corazón de la capital, agradece, en primer lugar, a quienes se comprometen con el discipulado y continúan haciéndolo, llevando sus cargas y, al mismo tiempo, aliviando las de quienes llaman a las puertas de las comunidades eclesiales de la ciudad. Esta labor es aún más valiosa «en este difícil momento histórico», enfatiza el Pontífice.
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Al comentar el pasaje evangélico del encuentro de la samaritana con Jesús, se centra en el don del Espíritu Santo, agua viva «que calma nuestra sed ardiente e irriga nuestra aridez, iluminando nuestro camino». Confiar en el Espíritu, capaz de revitalizar la Iglesia de Roma, pero sin rehuir el trabajo para hacer de esta Iglesia un «laboratorio de sinodalidad». Este es el mensaje del Papa esta tarde.
Convertirse en un laboratorio de sinodalidad
Prevost señala la sacramentalidad y la ejemplaridad del pueblo santo de Dios, conceptos clave de la eclesiología del Vaticano II y la hermenéutica del Papa Francisco, como aquellos que deben adoptarse de acuerdo con las exigencias del Documento Final del Sínodo. Es necesario «superar las numerosas presiones hacia la oposición o el aislamiento defensivo», insta el Papa, valorando los dones de cada persona para construir una Iglesia pacífica y armoniosa, verdaderamente misionera.
Pues bien, ahora nos toca a nosotros ponernos a trabajar para que la Iglesia que vive en Roma se convierta en un laboratorio de sinodalidad, capaz —con la gracia de Dios— de realizar «obras evangélicas», en un contexto eclesial donde no faltan dificultades, sobre todo en la transmisión de la fe, y en una ciudad necesitada de profecía, marcada como está por numerosas y crecientes pobrezas económicas y existenciales, con jóvenes a menudo desorientados y familias a menudo agobiadas.

León XIV insiste en la necesidad de la participación activa de todos en la vida de la Iglesia para que el proceso que conduce a las decisiones pastorales pase realmente por el «discernimiento comunitario».
Por eso, los invito a fortalecer la formación de los órganos de participación y, a nivel parroquial, a revisar los pasos dados hasta ahora o, donde falten, comprender las resistencias, para superarlas.
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