Con un corazón agradecido lleno de gratitud y felicidad, me uno a la eterna celebración por la canonización de nuestros dos primeros santos venezolanos, doctor José Gregorio Hernández y la madre Carmen Rendiles, quienes darán fe y esperanza a todo el pueblo de Dios.
Su canonización es el testimonio más vivo de lo que significa la participación activa y consciente en la celebración de la eucaristía.
San José Gregorio Hernández fue un laico que vivió su profesión como médico, viviendo un verdadero acto de ofrecimiento, servicio desinteresado al pobre, y como una extensión de la Eucaristía. Su consultorio fue su altar, donde su ciencia se unió a la fe, ofreciendo su vida como una hostia viva.
Lea también: San Juan Pablo II: “No tengáis miedo. Abrid de par en par las puertas a Cristo”
Santa Carmen Rendiles hizo de su vida religiosa un sacrificio de amor y una incesante alabanza, dedicándose a la formación y a la caridad.
Ambos nos enseñaron que participar activamente en la Eucaristía no termina al salir de la parroquia, se manifiesta en un verdadero ejercicio de fe y de dignidad bautismal, llevando el espíritu de la santidad a cada rincón de nuestra existencia.

La santa Eucaristía no es solo un encuentro convival o un compartir fraterno. Es, ante todo, un sacrificio. Es la renovación del único sacrificio de Cristo en la Cruz, la fuente y cumbre de toda la vida cristiana.
Por el Bautismo, todos los fieles laicos han sido incorporados a la Iglesia y están llamados a una participación activa y consciente en la Eucaristía. Esto significa que debemos ofrecernos a Dios como hostia viva, santa, agradable. Nuestra vida diaria, con sus luchas y alegrías, se une a la ofrenda de Cristo. Nuestra participación activa es un verdadero ejercicio de la fe y de la dignidad bautismal.
Como obispo diocesano tengo la labor de supervisar la vida de celebrativa y santificadora de la Iglesia Local y velar por el cumplimiento de la normativa litúrgica en la correcta administración de los sacramentos.
En este sentido, tengo el derecho y deber de visitar y vigilar la liturgia en las iglesias y oratorios de nuestro territorio, para que no se introduzcan abusos y para que todo se celebre para la gloria de Dios. La autoridad es para el servicio, para edificar a la grey en la verdad y en la santidad, con la ayuda de comisiones y comités que contribuyen a promover la acción litúrgica, la música y el arte sacro.

Hermanos de la Diócesis de San Cristóbal, celebremos con fiesta y fervor esta inmensa gracia de la canonización. Que el Doctor José Gregorio Hernández, modelo de laico eucarístico y profesional, y la madre Carmen Rendiles, ejemplo de vida consagrada y servicio, nos inspiren a hacer de nuestra vida un sacrificio de amor.
Vivir en unidad y obediencia a la Iglesia, ser siempre agradecidos, para que nuestra fe sea profunda y arraigada.
Que el amor de Dios los colme y que María, Nuestra Señora de la Consolación, interceda por la santidad de todos los tachirenses.
Mons. Lisandro Rivas
Obispo de la Diócesis de San Cristóbal