No debemos caer en la tentación de “humanizar” la tecnología ni de “mecanizar” al ser humano. La Inteligencia Artificial no es intrínsecamente “buena” ni “mala”; depende del uso que hagamos de ella. La sensibilidad y la empatía siguen siendo cualidades insustituibles, imposibles de reproducir por ningún algoritmo. Del mismo modo, el paciente no es una cifra ni un caso clínico, sino una persona con emociones y temores. La IA, bien empleada, puede ser una herramienta valiosa al servicio de la salud y del bien común: no una “vía rápida”, sino un medio para hacer que la atención médica sea más justa y accesible.
Estos fueron algunos de los temas tratados hoy, miércoles 12 de noviembre, durante el meeting point celebrado en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, al cierre del congreso internacional “IA y Medicina: el desafío de la dignidad humana”.
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El evento organizado conjuntamente por la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas (FIAMC) y la Pontificia Academia para la Vida (PAV) se desarrolló en cuatro sesiones, que culminaron con la publicación de un documento final difundido anoche. Esta mañana, los participantes también asistieron a la audiencia general con el Papa León XIV.
En la conferencia participaron monseñor Renzo Pegoraro, presidente de la PAV; el doctor Bernard Ars, presidente de la FIAMC; el doctor John Lane, vicepresidente de la FIAMC; la profesora Therese Lysaught, miembro de la PAV; y el doctor Otmar Kloiber, secretario general de la Asociación Médica Mundial.
Monseñor Renzo Pegoraro presentó las principales conclusiones del congreso, destacando que el encuentro analizó la relación médico-paciente, las posibilidades de la IA en el diagnóstico y el pronóstico, y su impacto en el ámbito epidemiológico, sin dejar de lado la conciencia de los riesgos. “Otra característica fundamental fue su dimensión internacional”, añadió, “con aportes de la India, América Latina, Europa y Estados Unidos, que permitieron comprender experiencias y desafíos globales”.
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