La Iglesia tendrá pronto dos nuevos beatos, dos jóvenes sacerdotes italianos mártires, asesinados por los nazis en 1944 en Emilia Romagna, durante la ocupación alemana. Durante la audiencia concedida hoy, 21 de noviembre, al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, León XIV autorizó la promulgación de los decretos relativos al martirio, por odio a la fe, de don Ubaldo Marchioni, de 26 años, ecónomo de la parroquia de San Martino di Caprare; y el padre Martino Capelli, religioso dehoniano, de 32 años, capellán en San Michele di Salvaro, que no quisieron abandonar a las comunidades de fieles que les habían sido confiadas, trágicamente afectadas por las redadas de las SS.
También se han promulgado hoy los decretos que reconocen las virtudes heroicas de cuatro siervos de Dios, que pasan así a ser venerables. Se trata del arzobispo Enrico Bartoletti, pastor en Lucca y secretario de la Conferencia Episcopal Italiana (1972 a 1976); don Gaspare Goggi, sacerdote de la Piccola Opera della Divina Provvidenza de Don Orione; sor Maria del Sacro Cuore, de nombre secular Maria Glowrey, médica y religiosa australiana de la Compañía de Jesús María José, fundadora de la Catholic Health Association de la India; María de Lourdes Guarda, brasileña, laica consagrada del Instituto Secular Caritas Christi.
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El primer sacerdote mártir, don Ubaldo Marchioni, de Vimignano di Grizzana Morandi, en la provincia de Bolonia, nació en 1918, ingresó en el seminario diocesano a los diez años y a los 24 fue ordenado sacerdote en la catedral de Bolonia. Tras ser párroco en San Nicolò della Gugliara, en marzo de 1944 fue nombrado ecónomo espiritual en San Martino di Caprara, parroquia situada cerca de la zona controlada por las tropas alemanas, que combatían contra los partisanos locales. Durante esos meses de guerra, don Ubaldo permaneció junto a sus feligreses, compartiendo con ellos los riesgos de la ocupación y las represalias nazis. El 29 de septiembre de 1944, mientras se dirigía al Oratorio degli Angeli Custodi de Cerpiano para celebrar la misa, se detuvo en la iglesia de Santa Maria Assunta de Casaglia para poner a salvo las Sagradas Especie y dar refugio a una pequeña multitud de personas asustadas por la llegada de los soldados alemanes.
Don Marchioni invitó a los hombres a refugiarse en el bosque, dejando en la iglesia solo a las mujeres y los niños, pero las negociaciones con los nazis para liberarlos fracasaron: todos fueron llevados al cementerio y asesinados. Don Ubaldo es llevado de vuelta a la iglesia y luego asesinado de un disparo en la cabeza, delante del altar. Esto revela el desprecio de los nazis de las SS por la religión cristiana, y el hecho de que el cuerpo del siervo de Dios fuera especialmente maltratado demuestra la prevalencia del martirio odium fidei, «por odio a la fe». Se trata también de un martirio ex partae victimae, «por parte de las víctimas», porque el joven sacerdote, asesinado a los 26 años, había asumido conscientemente el riesgo de morir al elegir permanecer junto a los fieles, a pesar de haber tenido la oportunidad de ponerse a salvo.
Padre Capelli, mártir en Pioppe di Salvaro
El segundo presbítero martirizado por los nazis es el padre Martino Capelli. Nacido en Nembro, en la provincia de Bérgamo, en 1912, fue bautizado con los nombres de Nicola Giuseppe y, a los 17 años, comenzó el postulantado en la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos) en la casa de Albisola Superiore (Savona). Como novicio tomó el nombre de Martino, en recuerdo de su padre, y tras cursar estudios teológicos en Bolonia, fue ordenado sacerdote en 1938, a los 26 años. En Roma estudia en el Pontificio Instituto Bíblico, en la Universidad de Propaganda Fide y sigue los cursos de la Escuela Vaticana de Paleografía. Llamado a enseñar Sagrada Escritura e Historia de la Iglesia en el seminario de las Misiones Dehonianas en Bolonia y luego en Castiglione dei Pepoli, durante la guerra se traslada, con los estudiantes, a Burzanella, en los Apeninos toscano-emilianos. En el verano de 1944, el padre Capelli llega a Salvaro para ayudar al anciano párroco de San Michele en el servicio pastoral del pueblo, a pesar de que la zona se encontraba en medio de enfrentamientos armados entre militares alemanes, aliados y grupos partisanos.
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