Durante su catequesis, el Papa León XIV ofreció una reflexión sobre el valor de la vida humana, la crisis contemporánea de esperanza y el papel central de la Pascua en la comprensión cristiana de la existencia. Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Pontífice advirtió sobre una “enfermedad difundida” en el mundo moderno: la creciente falta de confianza en la vida.
La vida como don y misterio
“Muchas vidas, en todas las partes del mundo, aparecen como fatigadas, dolorosas, llenas de problemas y de obstáculos por superar. Sin embargo, el ser humano recibe la vida como un don: no la pide, no la elige, la experimenta en su misterio desde el primer día hasta el último. La vida tiene su especificidad extraordinaria: nos es ofrecida, no podemos dárnoslas nosotros mismos, y tiene que ser alimentada constantemente: es necesario un cuidado que la mantenga, la haga dinámica, la custodie, la relance.”
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El Papa destacó que, pese a las dificultades cotidianas que afectan a millones de personas en todos los continentes, la vida sigue siendo un regalo que el ser humano recibe sin pedirlo ni escogerlo. “La vida nos es ofrecida y requiere un cuidado constante”, afirmó, subrayando que este don plantea las grandes preguntas que atravesaron todas las épocas: quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Según León XIV, estas preguntas expresan la necesidad profunda de sentido que acompaña a cada persona. En este contexto, la esperanza se convierte en un elemento indispensable. “Sin esperanza, la vida corre el riesgo de aparecer como un paréntesis entre dos noches eternas”, advirtió el Pontífice.
La crisis contemporánea: resignación y desconfianza
El Papa dedicó parte de su catequesis a analizar lo que considera una de las problemáticas más extendidas de la sociedad actual: la desconfianza hacia la propia existencia. “Muchos viven como si la vida fuera una amenaza de la cual protegerse”, lamentó, y añadió que el mundo parece haberse resignado a una especie de fatalismo.
Frente a ello, recordó que la fe cristiana presenta a Dios como el “amante de la vida”, citando el Libro de la Sabiduría, y llamó a dar testimonio de esta visión en un contexto marcado por el desencanto.
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