El Papa en su alocución previa al rezo mariano del Ángelus, nos pide que contemplemos a Cristo “con los ojos y más aún con el corazón; y dejémonos instruir por el Espíritu Santo, que dentro nos dice: ¡Es Él! Es el Hijo de Dios hecho cordero, inmolado por amor. Sólo Él ha traído, sufrido, expiado el pecado del mundo, y también mis pecados. Ha tomados todos nuestros pecados y los alejó de nosotros, para que finalmente fuéramos libres, no más esclavos del mal”.
El testimonio de Juan el Bautista
En el Evangelio de este segundo domingo del tiempo ordinario, se sigue hablando de “la manifestación de Jesús”. Después de haber sido bautizado en el río Jordán, “fue consagrado por el Espíritu Santo que reposó sobre él y fue proclamado Hijo de Dios por la voz del Padre celestial”.
El Papa Francisco nos recuerda además que el evangelista Juan, a diferencia de los otros tres, no describe el evento, sino, “que nos propone el testimonio de Juan el Bautista. Primer testigo de Cristo”. Juan el Bautista afirmó el Papa, no puede frenar el urgente deseo de dar testimonio de Jesús.
Juan vio algo impactante, es decir, el Hijo amado de Dios en solidaridad con los pecadores; y el Espíritu Santo le hizo comprender la novedad inaudita, un verdadero cambio de rumbo. El Santo Padre dijo al respecto, que mientras que en todas las religiones es el hombre quien ofrece y sacrifica algo a Dios, en el caso de Jesús “es Dios quien ofrece a su Hijo para la salvación de la humanidad”.
“Juan manifiesta su asombro y su consentimiento a esta novedad impactante que trae Jesús, a través de una expresión significativa que repetimos cada vez en la Misa: «¡He aquí el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo!”.
Empezar una y otra vez el camino de fe
El Pontífice nos dice que, el testimonio de Juan el Bautista, nos invita a empezar una y otra vez en nuestro camino de fe: empezar de nuevo desde Jesucristo, el Cordero lleno de misericordia que el Padre ha dado por nosotros. Y que nos sorprendamos cada día por la elección de “Dios de estar de nuestro lado, de solidarizarse con nosotros los pecadores, y de salvar al mundo del mal asumiéndose totalmente la responsabilidad”.
Francisco nos pide que aprendamos del Bautista a no dar por sentado “que ya conocemos a Jesús, que ya lo conocemos todo de Él. No es así. Detengámonos en el Evangelio, quizás incluso contemplando un icono de Cristo, un «Santo Rostro», una de las muchas representaciones maravillosas de las que es rica la historia del arte en Oriente y Occidente”.
Contemplemos a Cristo con el corazón
Contemplemos a Cristo “con los ojos y más aún con el corazón; y dejémonos instruir por el Espíritu Santo, que dentro nos dice: ¡Es Él! Es el Hijo de Dios hecho cordero, inmolado por amor. Él, sólo Él ha traído, sufrido, expiado el pecado del mundo, y también mis pecados. Todos”.
Ha tomados todos nuestros pecados y los alejó de nosotros, dijo por último el Papa, para que finalmente fuéramos libres, no más esclavos del mal. Sí, ¡todavía pobres pecadores, pero no esclavos, no, sino hijos, hijos de Dios!
Búsqueda de la paz para Libia
El Papa Francisco, después de la oración del Ángelus, expresó su preocupación por la paz en Libia y recordó que hoy se desarrolla en Berlín una conferencia para discutir la crisis en ese país del norte de África y expresó: “Espero que esta cumbre, que es tan importante, sea el inicio de un camino hacia el fin de la violencia y una solución negociada que conduzca a la paz y a la tan deseada estabilidad del país”.
Como es habitual, el Papa también saludó a los presentes en la Plaza de San Pedro, y recordó que este año ha sido designado internacionalmente como el «Año de la Enfermera y la matrona». Las enfermeras, dijo, son las trabajadoras de la salud más numerosas y las parteras son quizás la más noble de las profesiones. Y pidió orar por ellas para que puedan hacer su preciosa labor de la mejor manera posible. (Vatican News)