“Es, pues, muy importante que lo que sucede en el altar…, retome su sentido más pleno y sus formas más puras…” Romano Guardini.
PENTECOSTÉS es un Día Grande que, -al igual al Día de NAVIDAD y al Día de PASCUA-, debe ser anunciado, preparado y celebrado con una solemne vigilia. Incluso, la Misa de la solemne vigilia de Pentecostés hoy día tiene algunas particularidades, como las seis lecturas (cuatro del AT y dos del NT), que no tiene la Misa de la vigilia de Navidad.
Antes de presentar aquí cómo está formulada litúrgicamente hoy la Vigilia de Pentecostés, quisiera presentar diez breves pinceladas históricas sobre ella (Cfr. Righetti Mario, Historia de la Liturgia I, BAC, 859), y así ayudar a acoger –en el decir de Guardini- con “sentido más pleno” lo que en la noche de Pentecostés “sucede en el altar”.
1.- Pentecostés en el Antiguo Testamento.
Para el pueblo de Israel, la fiesta de Pentecostés (Ex 34,22; Lev 23,15), celebrada precisamente siete semanas después de la Pascua, tenía como fin dar gracias a Dios por las cosechas. Más tarde, se unió una conmemoración de la promulgación de la Ley sobre el Sinaí, que tuvo lugar cincuenta días después de la salida de los hebreos de Egipto.
2.- En el Nuevo Testamento.
Para los primeros cristianos, asunto presente en los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 1-11), los cincuenta días después de la Pascua del Señor, fueron marcados por tres sucesos de capital importancia: -LA EFUSIÓN pródiga del Espíritu Santo sobre los apóstoles; -LA FUNDACIÓN de la Iglesia; -y el inicio de LA MISIÓN eclesial en el mundo. Tres grandes sucesos que coronan la obra de la Redención de Cristo y conforman un único núcleo de la fiesta cristiana de Pentecostés.
3.- En los Padres de la Iglesia
Los Padres de la Iglesia y diversos escritores de los primeros siglos poco a poco fueron reflexionando sobre esos sucesos y celebrándolos en sus liturgias. Tertuliano (155-220), Orígenes (180-254) y Eusebio de Cesarea (263-339) están entre los primeros que refieren la celebración cristiana de Pentecostés. La “Peregrinatio” de Egeria (289-307) cuenta que las celebraciones en Jerusalén se sucedían casi ininterrumpidamente desde la aurora hasta la media noche. San Juan Crisóstomo (349-407) en un sermón pronunciado el día de Pentecostés, habla de dicha celebración como “la cima de las promesas del Señor Resucitado” (PG 50, 463), y en otro sermón pone de relieve la numerosa presencia del pueblo que no cabía en el templo. También san Ambrosio (340-397), san León Magno (390-461), san Máximo de Turín (380-465) hacen referencia en sus escritos tanto al Día como a la Vigilia. Y san Agustín (354-430) en nada disimula ni mengua el rango máximo de solemnidad para dicha celebración: “Adventum Spiritus sancti anniversaria festivitate celebramus. Huic sólemnis congregatio, solemnis lectio, solemnis sermo debetur.” (PL 75, 377).
A principios del siglo IV empieza a reservarse para la Vigilia de Pentecostés la administración del bautismo para aquellos catecúmenos que por alguna razón no habían podido recibirlo en la Noche de Pascua. San Agustín y san León en sus sermones de este día se dirigen varias veces a los neófitos bautizados en la noche de la Vigilia de Pentecostés (Cfr. Agustín, Sermón 272; Cfr. León, Sermón 76). Incluso ya en este tiempo hay una estructura litúrgica de la Vigilia: cuatro lecturas intercaladas de canticos y oraciones; la bendición de la fuente bautismal y la administración del bautismo; la confirmación de los catecúmenos, y por último –como culmen- la Eucaristía.
A pesar de que en el tiempo de Pascua la Iglesia no incluía la práctica del ayuno, poco a poco fue agarrando fuerza dicha práctica hasta que llegó a prescribirse su observancia durante el sábado anterior al Domingo de Pentecostés.
4.- En la Edad Media.
En el medievo, la Vigilia de Pentecostés se ve enriquecida con el himno “Veni, Creator Spiritus”, cuya melodía fresca y vivaz, pertenece a un himno pascual atribuido a san Ambrosio. En el célebre monasterio de Cluny, hacia el año 1100, se introduce la costumbre de cantar el “Veni, Creator Spiritus” en la hora tercia, hora en la cual la tradición indicaba que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles. También del medievo es el “Veni, Sanstae Spíritus” conocida como la “Secuencia Aurea” que aún hoy forma parte de la Liturgia del Día de Pentecostés y es cantada o leída antes del Evangelio. En este tiempo la estructura de la Vigilia presentada por el “Ordo Romanorum” (XI, OR) llegó a tener hasta seis lecturas.
Una popular costumbre medieval de Pentecostés vista en Italia y en Francia, fue la de hacer llover durante el canto del “Veni, Creator Spiritus” de tercia y en la secuencia durante la Misa, rosas y flores, un asunto que le dio al Domingo de Pentecostés el apelativo de “Pascua Rosada”, así como para el Domingo de Resurrección el apelativo es el de “Pascua Florida”.
5.- En Trento y en el Misal de san Pío V.
El Concilio de Trento (1545-1563) concretó su reforma litúrgica en el Misal de san Pío V editado en 1570, y cuya última edición típica se publicó en 1965 bajo el pontificado de san Juan XXIII. En dicho Misal la Vigilia de Pentecostés contemplaba una estación bautismal, para evocar la antigua tradición en la que se bautizaba en Pentecostés a los catecúmenos que no habían podido recibir el bautismo en la Noche de Pascua. También Pentecostés, en la estructura litúrgica tridentina, era una solemnidad con misa de VIGILIA y con OCTAVA para celebrar la renovación bautismal (y la confirmación) por la acción del Espíritu Santo.
Es bueno tener presente aquí que las Normas universales sobre el Derecho litúrgico establecen tres categorías celebrativas: memoria, fiesta y solemnidad, y dentro de cada una de ellas se pueden diferenciar diversos grados. En las solemnidades, que es lo que en este caso nos interesa, distinguimos, de mayor a menor importancia, tres grados: 1ro. Solemnidades con misa de vigilia y octava; 2do. Solemnidades con misa de vigilia; y 3ro. Solemnidades. Hasta aquí Pentecostés era solemnidad en el primero de los tres grados.
6.- La reforma post Vaticano II.
El Concilio Vaticano II (1962-1965) con la Constitución “Sacrosanctum Concilium” sobre la Sagrada Liturgia, impulsó una importante revisión y renovación de la vida litúrgica de la Iglesia. Pero las reformas que posteriormente se hicieron en nombre del Concilio, degradaron la solemnidad de Pentecostés disminuyéndole la Vigilia y quitándole la Octava; (así se le agradeció al Espíritu que inspiró el Concilio y estremeció a la Iglesia: ironías de la vida eclesiástica).
En efecto, la Primera edición típica del misal post Vaticano II, la de 1970, se limitó a presentar la Vigilia de Pentecostés sólo con una simple forma de Misa vespertina. La Segunda edición típica, la de 1975, buscó remediar algo y presenta la Vigilia con un poco más de fuerza estableciendo lo que hoy se llama la PRIMERA FORMA de la Vigilia, pero aún con mucho apocamiento. Sería la Tercera edición típica, la de 2002, que legisla la SEGUNDA FORMA observándose con claridad una notoria restauración de la Misa de la Vigilia de la Solemnidad de Pentecostés. Pero veamos con un poco más de detenimiento la Vigilia en el Misal actual.
7.- La vigilia en el Misal actual.
Alguien puede decir que dicha Vigilia no aparece en el Misal, y puede tener razón si el Misal que posee está impreso conforme a la Primera (1970) o a la Segunda edición típica (1975). Hay que tener presente la edición del Misal que tenemos a nuestra disposición, pues como dijimos líneas atrás, si tenemos a disposición un Misal editado o impreso conforme a la Primera (1970) o a la Segunda edición (1975), encontraremos sólo una única forma de celebrar la Vigilia de Pentecostés, y no encontraremos la SEGUNDA FORMA (o forma prolongada); como tampoco encontraremos la Solemne Vigilia de Pascua tal cual la conocemos hoy en un Misal anterior al Concilio Vaticano II (1962-1965).
En efecto, en el año 2002 fue promulgada la Tercera edición típica latina del Misal Romano. Esta edición da respuesta a una rica legislación litúrgica posterior a 1975 y a diversos aspectos canónicos (CIC, 1983) y litúrgicos. Es aquí, en un Misal elaborado e impreso conforme a la Edición de 2002, donde debemos buscar la SEGUNDA FORMA de la Solemne Vigilia de Pentecostés y seguirla tanto en el ESPÍRITU como en las RÚBRICAS que orientan el “ars celebrandi” y dan forma a la celebración según el sentir de la Iglesia.
8.- La Vigilia en el Ordo litúrgico venezolano.
El Ordo Litúrgico (Cfr. Calendario Litúrgico 2019-2020_, CEV, 117-118) contempla la “Vigilia de la solemnidad de Pentecostés” señalando que “es recomendable celebrar en forma prolongada la Misa de la Vigilia” o “Segunda Forma indicada en el Misal”. El Ordo también señala el CARÁCTER PROPIO de esta Vigilia, un carácter “de intensa oración a ejemplo de los Apóstoles y de los Discípulos, que estaban, junto a María la madre de Jesús, unidos en la plegaria mientras esperaban la efusión del Espíritu Santo” (p.117); e indica para la Misa de la vigilia: Gloria, Credo, Prefacio, Embolismos y otros aspectos propios de la celebración. Y ¿qué cosas contiene el Misal sobre esta celebración?
9.- La estructura actual de la Misa de la Vigilia.
La Misa inicia como de costumbre. Las rúbricas sugieren comenzar con el himno «Veni Creator Spiritus» (Ven, Espíritu Creador). Es conveniente que se haga el rito de bendición y aspersión del agua bendita indicada para el Tiempo Pascual. Terminando el rito de aspersión (o el Señor ten piedad), el sacerdote dice una oración de entrada, prevista en el Misal (2002), que es distinta a la oración colecta.
Tras la oración de entrada, sigue la Liturgia de la Palabra, que el sacerdote inicia con una monición prevista en el Misal. Después se proclaman cuatro lecturas del Antiguo Testamento (Gen 11, 1-9; Ex 19, 3-8; Ez 37, 1-14; y Jl 3,1-5) con su Salmo responsorial (Sal 32, Dn 3, Sal 106, Sal 103). Concluido cada uno de los cuatro salmos, el sacerdote hace la oración que propone el Misal para después de cada lectura.
Al acabar la oración que sigue a la cuarta lectura, el sacerdote inicia el himno del Gloria. No se tocan las campanas, pues eso sólo se hace en la Misa “in Coena Domini” y en la Vigilia Pascual. Concluido el Gloria, el sacerdote realiza la oración colecta. Enseguida se lee la quinta lectura, La Epístola (Rm 8, 22-27), y se proclama con toda solemnidad el Evangelio (Jn 7, 37-39). Luego, la Misa continúa del modo acostumbrado.
Ni el Misal del 2002 ni el Calendario Litúrgico hablan de la administración del bautismo en la Vigilia de Pentecostés, pero tampoco la prohíben. Antiguamente estaba admitido que se administrara el Bautismo (y también la Confirmación) en la Vigilia de Pentecostés a los catecúmenos y neófitos que no habían podido participar en la Vigilia de Pascua. Puede darse, bajo la autoridad del Obispo del lugar, una “Forma Extraordinaria” de la Vigilia, incluso puede administrar la Confirmación, siempre que no contraríe lo establecido y promulgado por Norma litúrgica vigente para la Misa de Vigilia de Pentecostés.
10.- Conclusión: el sentido más pleno de lo que sucede en el altar.
Romano Guardini (1885-1968), uno de los principales representantes del Movimiento Litúrgico que impulsó la reforma del Vaticano II, escribe: «El altar ha sido siempre el centro de la vida de la Iglesia; quizá muy pronto no será sólo el centro, sino su vida entera. Es, pues, muy importante que lo que sucede en el altar…, retome su sentido más pleno y sus formas más puras…» (Guardini, Carta al obispo de Maguncia, 1940).
Sin duda que uno de los retos del momento presente para la vida de la Iglesia, es la necesidad de asumir una justa pastoral litúrgica, o como dijo Guardini “lo que sucede en el altar”. Esta pastoral litúrgica está dirigida a ayudar a vivir lo que la celebración litúrgica es y lo que ella contiene para la comunidad cristiana, tanto para cada cristiano en particular como para los ministros que en nombre de Cristo y de la Iglesia (in persona Christi; in persona Ecclesiae) –y no a título personal- presiden la acción litúrgica, y así “lo que sucede en el altar… retome su sentido más pleno y sus formas más puras” y podamos acoger de mejor modo LA VIDA que contiene y se nos comunica, que es Cristo nuestro Señor, que vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Pbro. Edgar Gregorio Sánchez
Párroco de N.S. del Carmen SC.
Diócesis de San Cristóbal – Venezuela