“El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.”
I° lectura: Dt 8, 2-3. 14b – 16a; Salmo: 147; II° lectura: I Cor 10, 16-17; Evangelio: Jn 6, 51-58
En medio de la situación que vivimos a nivel mundial, ante la necesidad que se tiene de encontrarse cada vez más con Dios, convencidos de que todo lo podemos en Cristo que nos fortalece (como nos recuerda San Pablo), celebramos con alegría y esperanza la fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, y su presencia en la vida del hombre. Hoy, vivimos junto a Jesús su presencia eucarística, siendo ella, certeza para todos nosotros de vida, esperanza y salvación. Debemos, como verdaderos cristianos, recordar siempre a Dios, nunca olvidarnos de los dones y gracias que nos concede, glorificar su nombre y participar del banquete eucarístico, del Cuerpo y la Sangre de Jesús.
PRESENCIA REAL. En la historia de la salvación, en la cual cada uno de nosotros somos partícipes, encontramos un itinerario de la presencia de Dios en el corazón de sus hijos. La presencia eucarística es real, verdadera, cierta, que se hace vida en cada hombre y mujer, en la medida que la reconocemos como «fuente y cima de toda la vida cristiana» (LG 11). El Papa Francisco, en ocasión de una Fiesta del Corpus decía: “Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados”. El papa nos enseña que para hacer todo esto, es necesario seguir el ejemplo de los santos que han amado la Eucaristía, y ello se vive “En el poder del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: ‘Hagan esto en memoria mía’”.
La presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento en medio del Pueblo de Dios, nos lleva a reflexionar sobre lo siguiente: en primer lugar, es sacrificio que nos redime, nos salva, nos purifica. En segundo lugar, es misterio por el cual cada cristiano, creyente y amante de la Eucaristía, siente admiración plena. En tercer lugar, es sacramento, en el cual nos deleitamos y participamos sin cesar. San Agustín en el Comentario al Evangelio de San Juan, habla de la Eucaristía como «¡Sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad!». La Evangelización hoy, en medio de la crisis que estamos viviendo, debe llevar como bandera nuestro amor a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen María. Ello conlleva a creer y vivir la fraternidad, la unión y el amor, si esto falta, la evangelización decae y no produce fruto. Seamos amantes de la Eucaristía y fieles al mensaje del Evangelio: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.” (Evangelio del Corpus Christi).
MARÍA, MUJER DE LA EUCARISTÍA
La presencia de María Santísima, nuestra madre, es permanente y sincera. Ella, conservando y guardando todo en su corazón, se convierte en discípula fiel que nos enseña el camino que debemos seguir para ser adoradores en Espíritu y Verdad de la Eucaristía. Sigamos a Cristo, estemos junto a él y confiemos plenamente en su presencia en medio de nosotros. Así sea.
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, te pedimos por nuestro país y por el mundo entero. Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos. Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así es.
José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal