Mateo 8, 5 – 17
Señor, ¿Quién soy yo para que entres bajo mi techo? Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.
La misión de Jesús, que parecía reservada a los judíos, se abre a los paganos. Nos encontramos con la figura del centurión romano, en la que se destaca no sólo su humildad, sino su confianza en el Maestro.
Jesús se admiró de la fe del centurión, que sin tener ninguna formación religiosa, es capaz de suplicarle con una inmensa confianza, con una profunda y sincera humildad. Ante esta realidad el Señor hace su obra y el criado del centurión recupera la salud.
Hoy se nos pide poder desarrollar esta actitud humilde y confiada en Dios. Una actitud que sobrepasa las pruebas cotidianas y que es capaz de esperar en el Señor. Que al igual que el centurión romano podamos decir, no somos dignos Señor, pero una palabra tuya bastará para poder recibir tu gracia y ser partícipes de tu obra en medio de nuestro pueblo.
Pbro. Ricardo Casanova