Mateo 9, 32 – 38
La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos.
Los que envidiaban a Jesús querían manchar su imagen para evitar la admiración de la gente, ya no sabían qué decir frente a los prodigios que realizaba, sobre todo porque liberaba a la gente de sus males.
Le acusan de librar a los endemoniados con el poder de satanás, pero es el poder de Dios el que actúa en Jesús para librar a los poseidos de sus demonios. Jesús explica que hacen falta instrumentos de Dios para ayudar a la gente a librarse de sus angustias tal como él lo hizo durante su vida terrena.
Los instrumentos elegidos tienen que mirar a los demás con la mirada de Jesús que es capaz de compadecerse de corazón al ver a los que sufren. Por eso ante los padecimientos de otros debemos ser instrumentos de los cuales Dios se puede servir para actuar en favor de tantas personas. Que hoy todos podamos ser verdaderos instrumentos para que tantos hermanos nuestros puedan recibir las gracias que Dios tiene para derramar en sus vidas.