(01 Mayo 1957-2021)
Fe creída, Fe vivida
Pbro. Jhonny Alberto Zambrano Montoya
En esta secuencia de artículos vengo hablando del pensamiento social de san Pablo VI – a quien retomaré posteriormente – pero en esta oportunidad no quiero pasar por alto, un hecho histórico que marcó pauta en los orígenes democráticos de Venezuela; donde la Iglesia representada en uno de sus pastores, encarnó por vez primera en un documento magisterial la DSI en nuestro país. Me refiero a la Carta Pastoral del 01 de mayo de 1957 escrita por mons. Rafael Arias Blanco, arzobispo de Caracas.
Para entender el contexto, quiero iniciar hablando de la influencia de Pío XII en la figura de mons. Arias Blanco. A Pío XII, le correspondió vivir 20 años de fascismo, como Secretario de Estado y luego como Papa. Él desconfiaba de quienes querían introducir la idea de una democracia popular, aquella del partido comunista y la Unión Soviética. En el Radiomensaje de navidad en 1944, dirá: «Si el futuro ha de pertenecer a la democracia, una parte esencial en su realización deberá corresponder a la religión de Cristo y a la Iglesia».
Desde su responsabilidad petrina, tenía conocimiento de lo que sucedía en Venezuela. Buscó alertar sobre riesgos que se podían tomar, al dejar excluir la religión como fuerza civilizadora. Manifestó en varios mensajes su preocupación por Venezuela. Uno de ellos fue el RADIOMENSAJE POR MOTIVO DE LA CORONACIÓN CANÓNICA DE LA VIRGEN DE COROMOTO PATRONA de Venezuela el 12 de septiembre de 1952, trasmitido en directo desde Italia.
«¡Aclamadla, sí, aclamadla, amadísimos venezolanos como medio principal de que la divina providencia se valió para llevaros el beneficio inestimable de la fe! (…) Pedidle que la Iglesia, fundada por su Divino Hijo para salvación de vuestras almas, pueda hacer llegar a todas partes el beneficio inestimable de la educación cristiana sin trabas de ninguna clase; que la familia, célula fundamental de toda sociedad, se salve de la carcoma que la corroe, manteniendo intactas su santidad y unidad; que la caridad de Cristo triunfe en las relaciones sociales haciendo llegar a todos los beneficios del justo progreso y del razonable bienestar; que no arraiguen jamás en el pródigo terruño venezolano doctrinas extrañas, especialmente aquellas que ofenden a Ella y a su precioso Hijo».
¿Por qué Pío XII hablaba de influencias malsanas o doctrinas extrañas que colocaban en peligro la fe católica de Venezuela? En 1953 pública la Encíclica Fulgens Corona, donde habla de la Iglesia del silencio, la de los cristianos sometidos al régimen comunista, condena al socialismo-marxismo, lo cual no diferenciaba del fascismo. A estas doctrinas extrañas hace referencia cuando habla en el Radiomensaje que envía a Venezuela, ya que estaba apareciendo la revolución cubana con Fidel Castro y existían algunos rasgos y semillas que querían germinar en Venezuela, como medio de oposición a la dictadura de Pérez Jiménez, de corte derechista, lo cual era también otra forma de totalitarismo.
¿Por qué hizo énfasis en estos tres aspectos, la educación, la familia y la caridad social, con el fin de buscar la fraternidad cristiana? Ciertamente reconoce el trabajo que venía haciendo la Iglesia en Venezuela, y alienta a reforzarlo. La educación y el área social, eran dos focos que la Iglesia aprovechaba para su proceso evangelizador, en medio de la represión de la dictadura, donde debía guardar silencio.
En 1956 se celebró en Caracas el II CONGRESO EUCARÍSTICO BOLIVARIANO, donde participaron representantes de toda América Latina. En esta ocasión Pío XII escribe otro Radiomensaje a los venezolanos el 16 de diciembre, donde les recuerda nuevamente, la responsabilidad de crear un gran porvenir por parte de la organización política, reforzando a la nación al manifestar, la cantidad de recursos naturales, humanos, económicos y sociales, pero sobre todo de los principios de la verdad cristiana, que permanece en la historia, a pesar de las diversas circunstancias que son pasajeras.
MONS. RAFAEL ARIAS BLANCO. En 1937 fue designado obispo auxiliar de Cumaná. En 1940 el gobierno de E. López Contreras le postula como II obispo de San Cristóbal, siendo además asesor nacional de AC lo que fortaleció su sensibilidad social, la cual llevaría a Caracas fundando el Secretariado de Acción Social Caritas e impulsando a las sociedades obreras católicas, cuando es nombrado en 1955, como su XI arzobispo.
Mons. R. Arias, tendrá un protagonismo en la historia venezolana. Desarrolla su ministerio en diferentes lugares de Venezuela. A dos años de su llegada a Caracas, la experiencia vivida le lleva a cuestionarse y enfrentarse al gobierno dictatorial y ser conocido como EL OBISPO DE LA RESISTENCIA.
Como pastor de la ciudad capital, observa y analiza las condiciones sociales, económicas y políticas que generaban una gran crisis en el país a mediados del siglo XX; uniéndose a esto, que diversos sectores de la sociedad no podían manifestar su descontento por miedo a la represión.
Recordando las palabras de Pío XII sobre la Iglesia del silencio, se sintió motivado a manifestar desde su celo apostólico. Por ello, promulga la célebre Carta Pastoral (CP) del 01 de mayo de 1957, – fiesta de san José Obrero, promulgada por Pío XII dos años antes –.
Esta CP fue leída públicamente en todos los templos católicos a nivel nacional. Pero una semana antes de su difusión, el 24 de abril de 1957, Pérez Jiménez en un discurso ante el Congreso Nacional destacaba las obras realizadas y el salario justo de los obreros, por lo que esta misiva, sería un detonante ante el malestar social existente.
El mandatario vio el hecho como una ofensa y valiéndose de la Seguridad Nacional prohibió leerla en las Iglesias, sin embargo, el mismo clero que había vivido algunos indicios de democracia (1937-1948), no se plegaban fácilmente a la adulación. Aquí inician las relaciones tensas de Iglesia-Gobierno.
Esta CP marcó pauta en la pastoral de la Iglesia y su autocomprensión del Estado. Su esencia era un ANÁLISIS CRÍTICO DE LA REALIDAD SOCIOECONÓMICA del país, con énfasis en las injusticias en el mundo del trabajo, pese a la gran bonanza económica producto de la renta petrolera. Este documento era de carácter público, con el aval de la Iglesia católica en Venezuela y por ende del Vaticano. En la historia de la Iglesia una CP es empleada como medio para hacer públicas las opiniones oficiales de la Iglesia, sobre todo en materia social.
LA NOVEDAD de esta CP radicaba en que era el primer documento episcopal venezolano, donde se usaba el método de las ciencias sociales para un análisis científico de la sociedad venezolana. En ella se nota un cambio de perspectiva en la concepción de Iglesia que se venía trabajando en el Proyecto Restaurador, donde su predicación era exclusivamente de corte moral ante una sociedad civil y política que juzgaba de liberal, moderna y pecaminosa.
Por ende, comienza una nueva etapa para la Iglesia, basándose en la realidad social de Venezuela e iniciando a ser voz de los que no la tenían, y no centrándose tanto en un discurso de su propia doctrina, institucionalidad e interés, como se venía viendo. En esta oportunidad la Iglesia alzaba su voz por la clase obrera, que venía formándose producto del petróleo y la industrialización que estaba iniciando.
PÍO XII había ya adelantado algo sobre estos problemas en sus intervenciones. Mons. Arias Blanco en su misiva expresaría: «En el lapso de solo cuatro años, el Sumo Pontífice ha dirigido su palabra expresamente a nuestra nación, en tres ocasiones, y en dos de ellas ha hecho hincapié en el problema social». Seguramente el episcopado hizo alusión al Vaticano del problema social venezolano y sus consecuencias.
Pío XII expresa sus preocupaciones sobre Venezuela, manifestando el grito de los prelados de nuestro país. La Iglesia se sirve de sus ramificaciones en todo el mundo para pronunciarse con sentido universal y al mismo tiempo local. Las declaraciones vaticanas que llegaban sobre la situación, eran la voz de la Iglesia en Venezuela. Mons. Arias Blanco recurre así a las palabras de Pío XII a lo largo de su CP y allí retoma parte de la información que seguramente el mismo hizo llegar a Roma. Esta CP sentó un precedente en la historia de Venezuela y apoyándose en las palabras de Pío XII diría:
«Un cristiano convencido no puede encerarse en un egoísta aislamiento cuando es testigo de las necesidades y de las miserias de sus hermanos; cuando le llegan gritos de socorro de los desheredados de la fortuna; cuando conoce las aspiraciones de las clases trabajadores hacia unas condiciones de vida más razonables y justas: cuando se da cuenta de los abusos de un ideal económico, que coloca al dinero por encima de todos los deberes sociales; cuando no ignora las desviaciones de un intransigente nacionalismo que niega la solidaridad entre los pueblos».
Con estas motivaciones, el arzobispo presentaba un DIAGNÓSTICO PASTORAL, para que todos pudiesen reconocer, la radiografía de un país sumido en miseria, desigualdad e incertidumbre. Notándose que el gobierno nunca había ofrecido respuestas a los problemas reales de la sociedad, los cuales habían sido disimulados con obras públicas.
Se describe la inequidad en la distribución de las riquezas, ineficacia de las políticas públicas, la falta de una legislación laboral adecuada para proteger los intereses y el bienestar de los trabajadores que se veían desprotegidos sin remuneración justa, el déficit presupuestario nacional y el uso de la violencia como medio de control social.
Sin embargo, a nivel internacional se alardeaba de un país en desarrollo y progreso. La Iglesia al ser vocera de esta situación, no se quedaría solo en denunciar, sino que proponía soluciones concretas en esta CP:
«Para mejorar la condición de los trabajadores nuestra legislación social debe proponerse: la consagración nacional del salario vital obligatorio, y la institución igualmente nacional de una política de prestaciones familiares, pues se trata de dos conquistas logradas ya en muchas naciones cristianas del mundo culto occidental».
La CP en este análisis social, apunta las siguientes causas: La transición, entre una economía agraria y rural a una minera e industrial, la explosión demográfica y migratoria que desde 1936 a 1956, elevó los niveles poblacionales en casi 35%. El éxodo que originó una superpoblación en las ciudades, las cuales no estaban preparadas para acoger a tantos trabajadores y prestar una atención en materia de servicios, salud y educación.
Esta situación nos hace recordar el escenario en que fue escrita la RERUM NOVARUM de León XIII en 1891. Podríamos decir, que mons. Arias recure a esta Encíclica, como gran referente, por la similitud de los acontecimientos. Ante esta realidad, era necesaria la intervención de la Iglesia, ya que esta crisis social estaba ligada a la ley moral.
El documento hablará también de la DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS, nacidos en 1948. En el preámbulo de la Declaración se expresa que las bases de la justicia y la paz son el respeto a la dignidad del otro y de los derechos de igualdad inalienables de todos los hombres. Estos derechos eran violados en Venezuela.
La CP «incitaba a los obreros a unirse en sindicatos libres», por sus aspiraciones mediante acciones organizadas. «Requisito indispensable para el mejoramiento de los trabajadores es su unión. Por esto la Iglesia ha defendido siempre con tanta insistencia el derecho natural de asociación de los obreros».
La CP buscando iluminar a la clase obrera en su dignidad según los principios y valores de la DSI; compara el socialismo materialista con el capitalismo materialista liberal, expresa que el primero, toma al trabajador como una mera pieza en la gran maquinaria del Estado, el segundo como una máquina valiosa capaz de producir dinero, en ambas el trabajador no es persona.
Para el arzobispo el socialismo marxista solo ha cosechado frutos amargos. Habla sobre la dolorosa realidad del bloque comunista europeo, particularmente la situación del pueblo húngaro, que fue avasallado por el ejército soviético. Esta referencia en la carta, era sin duda un recordatorio de lo que el pueblo venezolano podría llegar a vivir si se enfrentaba directamente al régimen, así como la alusión a que una revolución comunista no era la respuesta a las necesidades de los trabajadores ni de la sociedad en general. Ya referíamos como Pío XII advertía sobre esto. Por tanto, la CP tenía como base la DSI.
Para el arzobispo frente a tanta corrupción y opresión, era necesario que resurgiera una CONCIENCIA COLECTIVA, de justicia y servicio, organización y fraternidad. Formar la conciencia para que el ciudadano asumiera su deber y derecho de ser sujeto social, fue el ideal del Pastor. El prelado exhorta a los trabajadores a mejorar su nivel de vida de acuerdo a la DSI y a tomar el país en sus manos y dirigirlo hacia el futuro de una conciencia colectiva.
En esta sintonía, de formar la conciencia colectiva y hacerla protagonista del cambio sociopolítico del país, la CP advierte en un apartado titulado: «Evolución sin violencia», que los conflictos de naturaleza violenta, empeoran las condiciones e impiden la reconstrucción verdadera de la sociedad. El arzobispo incitaba a la población obrera a defenderse, mas no convoca a una lucha violenta, al respecto cita a Pío XII:
«No es en la revolución, sino en una evolución armónica donde está la salvación y la justicia. La violencia nunca ha hecho más que derribar en vez de levantar; encender las pasiones en vez de calmarlas; acumular odios y ruinas, en vez de hermanar a los combatientes, y ha lanzado a los hombres y a los partidos a la dura necesidad de reconstruir lentamente, tras dolorosas pruebas, sobre las ruinas de la discordia, solo una evolución progresiva y prudente, valiente y acomodada a la naturaleza, iluminada y guiada, por las santas normas cristianas de la justicia y la equidad, puede llevar al cumplimiento de los deseos y de las honestas necesidades del obrero. (Discurso del 13 de junio de 1943)».
Por tanto, esta CP colocaba en conflicto dos fuerzas: la gubernamental y la eclesiástica. Mas esto no fue impedimento para que un pastor con celo apostólico pregonara la verdad que debía ser anunciada y los derechos que debían hacerse respetar, teniendo su fruto en lo sucedido meses después el 23 de enero de 1958.