Con letras de oro sobre mármol pentélico graba el Táchira los 100 años de historia de la Diócesis de San Cristóbal, que desde el 12 de octubre de 1972 por feliz disposición del Sumo Pontífice Pio XI, acompaña pastoralmente este estado andino del territorio venezolano.
100 años de historia eclesiástica parece poco al ver otras Iglesias Locales con cientos o miles de años de historia, o incluso la de Jerusalén, con 2000 años; pero precisando bien el tiempo y el espacio que nos ha correspondido vivir como Iglesia, conscientes de que la llegada del Evangelio a nuestras costas latinoamericanas tiene poco más de 500 años, podemos decir tranquilamente que cien años son bastante tiempo.
Si midiéramos esta historia solo con el Kronos, con nuestro tiempo, marcado por las horas, minutos y segundos, sería una lectura muy pobre; es por eso que, desde la fe, leemos la historia de nuestra Iglesia Local desde un Kayros, desde el tiempo de Dios. Solo así, nos daremos cuenta que los 100 años recorridos en estos valles andinos, más que mucho tiempo, ha sido un tiempo de abundante gracia y apremiante evangelización.
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Una vez creada la Diócesis de San Cristóbal, junto a las Diócesis de Coro, Cumaná y Valencia, mediante la Constitución Apostólica “Ad Munus”, fue colocado al frente en calidad de Obispo y pastor el joven Sacerdote Tomás Antonio Sanmiguel Díaz, quien era párroco de la Iglesia San Juan de la Ciudad de Caracas. Sanmiguel llegó a San Cristóbal el 25 de noviembre de 1923. Las calles empedradas y las aceras de ladrillo fueron el escenario que lleno de multitudes se dispuso a recibir a su primer Obispo. Podemos hoy imaginar el armonioso momento en que los bronces de las campanas, las marciales notas de los himnos y el sonoro aplauso de las multitudes dieron la bienvenida al pionero Pastor de estas tierras tachirenses.
La recién creada Catedral fue el lugar donde tomó posesión el joven Obispo de 36 años de edad, desde su noble cátedra trazó las líneas fundamentales de su naciente labor Apostólica.
Y lo primero que salió no solo de su boca sino de su corazón, en su primer discurso, fue la creación de un Seminario, sin saberlo, ni pensarlo, Sanmiguel comenzó a abonar el terreno que vería crecer el lozano árbol de la formación sacerdotal en el Táchira, el Seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino.
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Y es que para la llegada del Obispo había menos de 25 sacerdotes para atender la amplia jurisdicción, y la mayoría de ellos ya comenzaban a sentir la fatiga de los años y el ocaso de sus energías.
Este primer discurso del Obispo de San Cristóbal, no fue una mera composición literaria elegante, oportuna y emocionante, sino que en verdad era un propósito de su episcopado. Esta afirmación encuentra respaldo en la Carta Pastoral del 31 de enero de 1925, que reposa en el Archivo Diocesano “Mons. Carlos Sánchez Espejo”, escrita por Mons. Sanmiguel para el clero y fieles de su Diócesis.
Habiendo pasado dos años de aquel emotivo discurso, no sólo mantenía sus palabras, sino que había trabajado con esmero y empezaba a materializar aquel ideal, dice el histórico texto: “Motivo por demás justo, amados hijos, para que vengamos hoy, con grande gozo y completa satisfacción, a compartir con vosotros nuestra alegría, anunciándose que, muy en breve, el Seminario de San Cristóbal abrirá sus aulas a los aspirantes al Sacerdocio”.
Estas palabras parecen recobrar vida cada vez que son leídas, y al recobrar vida contagian del sentimiento con que fueron escritas: alegría y gratitud. El Obispo Sanmiguel estaba convencido de que este hecho marcaba un importante comienzo para el porvenir de la Diócesis y por lo tanto, con trato afable comenzó a construirla: el Seminario en obra material, y el amor del clero y los fieles del Táchira por su Seminario. El Seminario era sin duda, no sólo el corazón de la naciente Diócesis, sino también la de su primer Obispo.
Carlos Alberto Peña Gelves
Seminarista