La verdad es un concepto sobre el cual he reflexionado personalmente con intensidad, luego de un episodio vivido en el cual, quien se supone ser un cooperador de ella, decidió darle la espalda por amor, pero ¿puede la verdad y el amor darse la espalda? Estas cuestiones han hecho que sea uno de los conceptos más complejos de desarrollar. Toca partir de un punto en concreto si pretendemos desplegar alguna reflexión al respecto. En tal sentido, y siguiendo una sugerencia de la escolástica, nos atrevemos a afirmar que la verdad es la realidad misma, las cosas como son, la objetividad de la realidad, al menos, en un primer nivel de la existencia
Se entiende que existe una verdad objetiva, que es previa y anterior a la subjetiva, o si se prefiere, a la interpretación de esa verdad. Al existir un compromiso firme con la verdad, entonces se buscará estar atento para que esa apreciación, se ajuste y respete la realidad. La realidad entra en nosotros por medio de la interpretación. Por ello, su búsqueda requiere esfuerzo, uno muy serio que dependerá, no solo de nuestra madurez, si no de cuanto hayan madurado en nosotros las concepciones de justicia, bondad y bien.
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Antes de indagar en la importancia de la verdad, es bueno recordar que somos responsables ante Dios de todas las acciones que realizamos libremente. El hombre se encuentra ante su Señor y no caben anonimatos. Ser responsables de nuestras acciones y de nuestra vinculación con la verdad, ya que ella es una noción nuclear en la existencia humana. Ella es horizonte de sentido para el hombre, su relación con el otro y con Dios.
Para Santo Tomás de Aquino, al ser la búsqueda de la verdad una inclinación natural del hombre, entonces todo lo contrario a ella es indemostrable. En su mente no cabía la idea de que un hombre, por decisión propia, diera la espalda a la verdad, o no abriera la puerta de su corazón si ella tocaba a su puerta. Negarse a la verdad es cerrar lo más íntimo a nociones fundamentales como la justicia, la bondad, el bien, la belleza. Fuera de ella no hay verdadera humanidad, ni posibilidad de humanización. Fuera de ella, un hombre es abrumado por la cólera de Dios (Rom 1, 18) cayendo así en un mal radical. Quienes tergiversan la verdad, ocultan los hechos, secuestran la verdad con impunidad y sin arrepentimiento.
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La primera vez que accedí al concepto de mal radical fue de la mano de Kant. El mal radical viene a ser una marca límite de la naturaleza humana. Si su naturaleza es depravada, es porque el hombre la hizo así y un primer paso para ello es el ocultamiento de la verdad. Ocultamiento que busca, de alguna manera, eliminar todo rasgo humano de los individuos. Dar la espalda a la verdad, negarla o, peor aún, tergiversarla, significa atentar contra las virtudes humanas, implica desconocer la hondura de la Encarnación de Cristo.
Mentir es un componente del mal radical. Mentir es sinónimo del mal puro, mal diabólico, mal satánico. “Tiene una sorprendente capacidad para usurpar maquiavélicamente algunos caracteres del amor”. Tergiversar la verdad, mentir, es admitir que no se escucha la voz del Señor (Jn 18, 38) Jesús nos conoce en la disposición de la escucha, la escucha de la verdad que es Él mismo (Jn 10, 27 – 28) ¿Cómo vivir cara a Dios y a los hombres? No, no hay manera de hacerlo desde el ocultamiento oscuro y espeso: la verdad nos libera, mientras que la mentira y la ignorancia nos esclavizan. Paz y bien.
Valmore Muñoz