Fue a las 9:34 de la mañana del pasado 31 de diciembre de 2022, cuando Joseph Ratzinger conocido como el Papa Benedicto XVI falleció a la edad de 95 años, en Roma, Italia; dejando un legado de fe, esperanza, y fraternidad en la Iglesia católica, que busca abrirle el camino a la santidad.
Nació en Alemania, fue elegido Papa en mayo de 2005 para suceder al reconocido Juan Pablo II, no obstante, en febrero de 2013 renunció al cargo, algo que no ocurría desde el siglo XV.
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Su muerte impactó al mundo puesto que, si bien su estado de salud era delicado, razón por la cual el Papa Francisco pidió orar por él, nadie imaginó que el último día del año sería la fecha en la cual dejaría la vida terrenal.
Las condolencias no se hicieron esperar, diversos presidentes, instituciones y comunidades religiosas se expresaron ante el suceso. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro emitió un comunicado por el sensible fallecimiento.
El texto reconoció particularmente su labor como impulsor del diálogo interreligioso y defensor de la dignidad humana, de las clases más humildes y desfavorecidas y de la construcción de un mundo más equitativo y justo.
El presbítero y jefe de redacción de Vatican News, Johan Pacheco recordó que, en el año 2005, “desde el balcón de la Basílica de San Pedro, Benedicto XVI se presentó como un humilde trabajador en la viña del Señor, ajeno a cualquier protagonismo, sin ningún programa, y dispuesto a la escucha, con toda la Iglesia, de la palabra y de la voluntad del Señor”.
Santo súbito
El actual líder del catolicismo, presidió las honras fúnebres del papa emérito Benedicto XVI, cuya ceremonia contó con la presencia de personalidades como la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, la reina emérita Sofía de España, entre otros.
Pacheco dijo que, Benedicto XVI, al igual que su predecesor -san Juan Pablo II-, ha sido proclamado por muchos católicos “Santo súbito”. Esto quiere decir que han pedido que sea declarado santo a corto plazo.
Fue Juan Pablo II quien estableció que el proceso de canonización a una persona no puede abrirse hasta pasados cinco años de su muerte, norma que sigue vigente en la actualidad. Para proclamar santo a una persona, se necesitan recopilar testimonios de vida de santidad, informes, reflexiones de cardenales y teólogos y, por último, acreditar milagros por intercesión del santo.
A la fecha la Iglesia ha proclamado 37 doctores entre ellos, cuatro mujeres: Santa Teresa de Jesús y Santa Catalina de Siena (proclamadas en 1970), Santa Teresa del Niño Jesús (en 1997) y Santa Hildegarda de Bingen (promovida en 2012).
Son muchos los que consideran que el legado teológico y espiritual de Benedicto XVI es más que suficiente para nombrarle “Doctor de la Iglesia Católica” sugiere Pacheco, quien resaltó que san Juan Pablo II debería, igualmente, unirse a la lista de doctores de la Iglesia.
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“Benedicto XVI ha dejado una huella inigualable e imborrable en la Iglesia Católica y en la sociedad contemporánea, la cual debe ser tomada como ejemplo por parte de los fieles en todo el mundo” aseveró el sacerdote.
Relató Pacheco que, durante el funeral, numerosas personas gritaban a viva voz “Santo súbito”, tanto así que varias pancartas se hicieron presentes durante la ceremonia llamando la atención de todas las autoridades y los medios de comunicación presentes.
“Se dice que murió con olor a santidad, siendo esto una de las causas para cumplir con el proceso de beatificación y canonización” expresó Pacheco.
Proceso
Las canonizaciones se producen desde el origen de la Iglesia, aunque en los primeros siglos de historia de la Iglesia Católica eran los fieles los que elegían por aclamación popular a aquellas personas que consideraban dignas de ser ejemplos a seguir por la comunidad, normalmente, gente común. Tiempo después, los obispos y los Papas, pasaron a ejercer este poder.
Pese a que son los propios papas los que se canonizan unos a otros, hay muy pocos y ha habido largos periodos de tiempo sin que ocurriera. De hecho, han pasado siglos entre santificar a un papa y a otro. Como entre la canonización de Pío V y la siguiente, la de Pío X, que transcurrieron 382 años.
En cualquier caso, el proceso para santificar a un papa o a cualquier católico es el mismo y consiste de cuatro fases.
Siervo de Dios: Lo primero es probar que la persona a santificar es un Siervo de Dios, es decir, si llevó una vida ejemplar y virtuosa. Es el obispo diocesano quien ha de recoger todas las pruebas posibles: testimonios de personas que le conocieron, textos escritos, peritaje de historiadores, etc. Una vez la Santa Sede examina el informe del obispo y dicta un decreto diciendo que nada impide iniciar el proceso canónico, se pasa a la siguiente fase.
Venerable: comienza el juicio. Las pruebas que ha aceptado Roma son presentadas ante un tribunal donde se analiza los documentos presentados por el obispo y un abogado defiende la causa.
Para pasar de Siervo de Dios a Venerable, la Congregación para las Causas de los Santos deberá aprobar todas las pruebas documentales y los testimonios que prueban que la persona vivió las virtudes cristianas.
Beato: empiezan los milagros. Para pasar de Venerable a Beato han de producirse dos milagros gracias a su intervención que deben ser probados por médicos y teólogos. La beatificación lleva consigo la concesión de culto, es decir, se le puede rezar.
Santo: dos milagros más de nuevo, probados por expertos es lo que se necesita para pasar de beato a santo. Hay una manera más de convertirse en santo que introdujo el papa actual Francisco, la vía del ofrecimiento de la vida.
Maryerlin Villanueva