Llamados a la prudencia y a la prevención como parte de la sociedad, quienes ofrecen su servicio a la Iglesia, no están exentos de sufrir la exposición al Covid-19. Aún con las restricciones en los templos y las medidas de bioseguridad, los sacerdotes, priorizando su vocación al servicio de los demás, no han ignorado su misión como “médicos del alma”, aun con los riesgos de contagio y posibilidad de muerte que esto implica.
Desde la llegada del Covid-19 al país, en marzo de 2020, hasta abril de 2021, la Conferencia Episcopal Venezolana ha contabilizado 201 contagiados y 24 fallecidos, entre los 2.002 sacerdotes presentes en Venezuela. La cifra de los contagiados representa el 10% del total del clero venezolano, mientras que los fallecidos a causa del virus retratan el 11,9% de los contagiados, y el 1,2% del total de presbíteros en el país. Los más recientes han sido el Pbro. Miguel Vargas de la Arquidiócesis de Caracas, fallecido el 15 de abril de 2021; y los sacerdotes salesianos Luigi Verdecchia en la Arquidiócesis de Caracas y Bruno Masiero en la Arquidiócesis de Valencia, fallecidos el 16 de abril.
Al respecto de las circunstancias del clero en el país ante la pandemia, Mons. José Trinidad Fernández, Obispo auxiliar de Caracas y Secretario General de la CEV, expresó que “la vida de la Iglesia no se detiene”, refiriéndose a que la misión continúa y la atención espiritual y social ha procurado continuar, tomando en consideración las medidas respectivas, especialmente la distancia, la desinfección y el uso de tapabocas. Indicó que la Iglesia anima, acompaña y asiste sacramentalmente a los fieles, siguiendo los mecanismos de bioseguridad según como cada diócesis los ha asumido y adaptado a su realidad, con protocolos y directrices específicos, de acuerdo al comportamiento del virus en cada región. Afirmó que en los tiempos actuales “no estamos para llenar templos, sino para acompañar”.
Ante este panorama que vive el país y el mundo y la mutación del virus, Mons. Fernández aseveró que “lo mejor que se puede hacer es cuidarnos unos a otros”. Invitó a mantener la esperanza, pues “en la vida diaria Dios nos acompaña porque somos templo de Dios, Dios habita en el corazón, no puede haber lugar para la tristeza, la desilusión, el desencanto”.
En medio de una situación mundial crítica en cuanto a la pandemia y los temores y angustias que ella suscita, es también un tiempo en donde las personas necesitan acercarse más a Dios para consolar el espíritu, y los sacerdotes, en consecuencia, procuran responder a esta necesidad fundamental, entregando su humanidad, aunque procurando guardar las prevenciones necesarias.
Prensa CEV