Hablar de formar la identidad en la Clase Dirigente de un país para la acción política, nos invita a recordar los Principios de la Doctrina Social de la Iglesia y los criterios que de ella emergen para dar respuesta a las necesidades propias de un pais.
Principios
El primero y base es la dignidad de la persona que deriva de ser imagen de Dios, esto implica una dimensión relacional o comunional de cada persona con Dios, con los demás y con los bienes materiales que el mismo Dios otorga fruto del trabajo. Esto nos llevará a reconocer el Bien Común como un Principio de servicio y organización del nuevo orden de la convivencia humana, que protege al más necesitado.
El documento de Aparecida pide que todas las estructuras de la Iglesia se reformen siendo discípulos misioneros, estando al servicio de la vida digna y plena de la gente, ello implica abandonar las estructuras caducas que no sirvan a esta finalidad.
Criterios
Los Principios ya señalados nos invitan a tener criterios para vivir una acción política auténtica, entre ellos tenemos el poder crear estructuras justas para un orden social; alejando la pretensión de una propuesta de cambio de estructura, colocando la cuestión del Sujeto y la ética al centro; estas estructuras justas nacen y funcionan desde un consenso moral de la sociedad, sobre valores fundamentales de la democracia; esta búsqueda es tarea de la razón política con recta ratio y no ideológica.
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El trabajo en el ámbito político no es competencia inmediata de la Iglesia –refiriéndose a la Jerarquía y no al laicado–, su vocación fundamental es formar las conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, educar en las virtudes individuales y políticas a los fieles que son a su vez ciudadanos y que les corresponde asumir el protagonismo público, esto es una urgente necesidad.
El criterio rector donde se discierne la voluntad de Dios desde la experiencia de fe, de forma especial es la Eucaristía como motor ontológico de los discípulos misioneros. Democracia sin valores, puramente formal, sin vasta participación popular y sin respeto, se vuelve una dictadura y termina traicionando al pueblo.
Identidad
Es necesario formar la identidad de la clase dirigente de un país como discípulo misionero, teniendo en armonía cuatro dimensiones: humana, espiritual, intelectual y eclesial que lleven al discernimiento de las alternativas políticas desde el espíritu del Evangelio, para la renovación de la sociedad venezolana.
La identidad humana marcada como don de Dios, es la conciencia de los propios defectos y virtudes, que nos lleva a ver la propia humanidad sólida y libre como discípulo misionero, capaz de trascender y de donarse en el área pública.
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La identidad cristiana permite la permanencia de lo verdadero en el conocimiento y de lo bueno en la voluntad, que ayuda a reafirmar las convicciones o revisarlas si están en el error, haciendo que el proyecto político se abra a la transcendencia de Dios y del hombre por medio de su libertad en la historia, guiados por el humanismo cristiano.
La identidad eclesial experimenta la cooperación humana que brota de una comunidad, donde se vive la experiencia con Jesús de ser discípulo misionero, uniéndose así con la identidad cristiana, y la identidad intelectual requiere de capacitación profesional, donde las ciencias vayan direccionadas en orden axiológico, donde el ser humano se considere sujeto y no objeto. Allí la formación teológica guía y clarifica la conciencia frente a los desafíos.
Conclusión
Estas cuatro áreas buscan formar el Sujeto Social, con la capacidad de analizar, participar, intervenir y tomar rol determinante en la deliberación y toma de decisiones que atañen en todos los aspectos de la vida nacional, con herramientas espirituales, prácticas y teóricas, que le lleven a construir eficazmente la democracia que necesita el país.
Pbro. Jhony Zambrano