“Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.” (1Jn 2,4)
En este tercer domingo de Pascua, la alegría de la Resurrección nos lleva a encontrarnos con Jesús y reconocer en Él a Dios, quien nos ilumina, nos escucha y nos guía por el camino de la paz. Dios cumple a través de la historia lo que se anuncia en los profetas y por ello es que podemos garantizar que lo conocemos de corazón y sinceramente.
La verdad en el amor a Dios es un aspecto que debemos reflexionar, ya que, si somos verdaderamente de Él, nuestro deber es el de ser sinceros y honestos, convencidos de que Dios obra con su amor en cada uno de nosotros y manifestando el testimonio de vida que es parte esencial de aquel que cree en el Resucitado.
JESÚS: ESPERANZA Y VERDAD
El tiempo de Pascua nos enseña a vivir la experiencia del Resucitado, caminar junto a Él, hablar con Él, compartir la fracción del Pan y darnos cuenta la importancia de lo que significa verdaderamente seguir a Jesús en la situación actual que todos estamos experimentando. El Santo Padre Francisco, nos recuerda lo siguiente: “El anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando. La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres…» (Papa Francisco, Urbi et orbi 2021).
Jesús resucitado nos da unas pautas importantes para que los cristianos seamos testigos de la vida que Él mismo nos da. Ante todo, nos invita a extender la paz y vivir en ella, a ser mensajeros de la paz que solo en Él y por Él podemos obtener sin exclusión alguna. En segundo lugar, esa paz nos lleva a disipar las dudas, a quitar de nuestros corazones el miedo que pueda existir en nuestras vidas -a causa del pecado y de las tentaciones constantes- para que, en tercer lugar, seamos testigos de su mensaje, de su palabra, de la Fracción del Pan, del Evangelio vivo y presente en cada cristiano, en cada hombre y mujer que coloca en sus vidas la fuerza del anuncio de la Resurrección, clamando al cielo justicia, honestidad, comprensión, paz, libertad.
Esa fuerza es la que nos debe animar a vivir de cerca la Misión Evangelizadora que la Iglesia vive en el nombre de Dios, una misión que conlleve a compartir de cerca las necesidades del pueblo que es Iglesia y que, a partir de ella, sea portadora del mensaje de salvación a todos los hombres y mujeres sin exclusión.
Hoy, más que nunca, estamos llamados a vivir la verdadera fraternidad, la honestidad, lo que realmente sale de lo profundo de nuestro corazón. Es el momento de tomar conciencia y ayudarnos mutuamente, pensando en el bienestar de todos, en pro de la vida, en ayuda del prójimo, siendo realmente conscientes de que todos debemos cuidarnos y cuidar a los demás. Es el momento de decidir ¿de qué parte estamos? Y tomar el camino de la justicia y de la verdad que solo quien sigue los pasos de Cristo, puede comprender y poner por obra.
MARÍA, MADRE DEL RESUCITADO
María Santísima nos guía, nos protege y nos da la esperanza de caminar juntos en la extensión del Reino de Dios en los demás y en nuestro corazón. Ella, fiel y obediente, nos guía por sendas de paz y de esperanza. Que cada uno de nosotros pueda manifestar de verdad y con sinceridad, la necesidad de caminar juntos en el nombre de aquel que todo lo puede, siendo ejemplo a seguir en medio de las dificultades que estamos viviendo y ante la crisis que se presenta a cada momento. Así sea.
JOSÉ LUCIO LEÓN DUQUE
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal